Bautismo Católico



El Bautismo... os salva ahora!

Importancia del Bautismo


En La Historia Sagrada

“En el principio Dios creó los cielos y la tierra. La tierra estaba sin forma y vacía, oscuridad cubría el abismo y el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas. Y Dios dijo …” (Génesis 1:1-2)

Ya conoces de dónde vienen estas palabras y te invito a ver en ellas la presciencia divina que puso las aguas y el Espíritu en estos versículos para testimonio de la originalidad divina de nuestro bautismo. Antes del bautismo hay una tensión y hay oscuridad, pero luego del bautismo se hace la luz en el corazón cristiano comienza la creación espiritual, la segunda fase de la creación por Dios que se realiza en el alma del hombre por la mismas fuerzas que generaron el universo material. (Por favor compara con 2 Cor 4:6 y 6:14 Efe 4:18) Las aguas son concentradas en un lugar y fuera del agua “emerge” la tierra seca de cuyo suelo Dios forma al hombre.

Teófilo de Antioquía (184 A.D.) “Aquellas cosas que fueron creadas de las aguas recibieron la bendición de Dios, de tal manera que esto fuera un signo de que los hombres en un tiempo futuro recibieran arrepentimiento y remisión de pecados a través del agua y baño regenerativo” (Jurgens, “The Faith of the Early Fathers”, Lithurgical Press 1970-79)

Sabemos por las Escrituras que Cristo fue el primogénito de la creación de Dios, pues fue engendrado antes que el tiempo existiera “y por medio de él todas las cosas fueron hechas”. Paralelamente en su bautismo, Jesús comienza la creación espiritual siendo el primogénito (en bautismo y resurrección) de muchos hermanos por venir (Rom 8:29) Así es que en el bautismo se inicia la nueva creación, cuando nos bautizamos nacemos “de arriba” y somos integrados al cuerpo de Cristo.

San Ambrosio en su tratado “De los Misterios” dice: “¿Qué has visto [en el baptisterio]? Ciertamente agua, pero no solamente agua, también has visto a los diáconos allí ministrando y al obispo, haciendo preguntas e invocando… Cree entonces que la presencia de Dios está allí. Considera cuán antiguo es el misterio [del bautismo] prefigurado aun en el origen del mundo, cuando Dios hizo los cielos y la tierra, ‘el Espíritu’, se nos dice, ‘se movía sobre la superficie de las aguas’. El, que se movía sobre las aguas ¿no trabajó sobre esas mismas aguas? El agua entonces es aquello en lo que la carne es sumergida para que todo pecado carnal sea lavado en ella” (Phillip Schaff, “The Nicene and Post-Nicene Fathers”, H. De Romestin, Eerdmans 1983).

La historia de Noé es otro tipo del bautismo. A medida que progresamos en la historia descubrimos más prefiguraciones del bautismo y de sus cualidades. Esto presupone dos cosas: que el bautismo es una declaración íntima de la presciencia de Dios y que es una revelación de su método creativo, una ilustración que nos permite ahondar en el misterio del nuevo nacimiento aunque no seamos doctores en la fe. La liturgia y los sacramentos hacen evidente el amor y el firme propósito de Dios de salvarnos. En este caso el bautismo revela en nosotros mismos que Dios designó nuestra salvación desde el principio del mundo, haciendo evidente que su amor no sólo es infinito sino también eterno.

En el caso de Noé se representa al bautismo (1 Ped 3:20-22). Este paralelo es mencionado en las Escrituras con frecuencia como así también en los escritos de los primeros Padres de la Iglesia Cristiana. Es de notar no solo la salvación por el paso a través de aguas, el arca cerrada por Dios, el hecho de que Noé fuera carpintero como Jesús lo fue, la aceptación en el arca de los animales limpios e inmundos, el número de almas que se salvaron del diluvio (Noé, que representa a Nuestro Señor, con su esposa, sus tres hijos y nueras son siete almas mas una, lo que pareciera indicar una salvación total). Además de estos detalles tan sugestivos encontramos la paloma con la rama de olivo, símbolo del Espíritu Santo que hace la paz entre Dios y los hombres. ¿Es el cuervo un símbolo del pecado que deja el arca luego del diluvio para no regresar jamás?

San Cipriano (martirizado en la persecución de 258 A.D.) nos deja escrito: “Porque así como en el bautismo del mundo, en el cual la iniquidad antigua fue purgada, aquel que no estaba en el arca de Noé no pudo ser salvado de las aguas, de tal manera no puede ser salvado por el bautismo aquel que no ha sido bautizado en la Iglesia que está establecida en unidad con el Señor de acuerdo al sacramento de la única arca.” (“Las Epístolas de Cipriano” citado en “The Nicene and Ante-Nicene Fathers” de A. Cleveland Coxe, Eerdmans 1985).

Otro pacto entre Dios y los hombres se establece en vida de Abraham. Si lees Génesis 7 y Exodo 12, allí se describe el convenio de la circuncisión. Como ya habrás podido notar la circuncisión no se aplicaba a los nuevos miembros que nacían en la comunidad judía cuando éstos llegaban a la edad adulta. Todo lo contrario, en el octavo día, el bebé era circuncidado y con ello recibido en la comunidad de Israel y de Dios. Nuestra unión con Dios no es un acuerdo intelectual entre dos personas maduras. No, sino que somos herederos de una promesa y nuestro nacimiento en la familia de Dios nos hace ineludiblemente su propiedad, como se le dijo a Abraham: “Todo el que sea nacido en tu casa o comprado con dinero”. La circuncisión tiene en común con el bautismo el símbolo o representación de dejar la carne atrás, de deshacerse de la carne inservible para poder ser fructífero en el servicio del cielo, dentro del marco de la comunidad divinamente escogida. La circuncisión en el viejo testamento equivale al bautismo en el nuevo testamento (Col 2:11-13) En el bautismo tenemos la circuncisión de Cristo.

Es curioso que también Moisés fuera “salvado de las aguas” y que su circuncisión se mencione en el Génesis así también como la salvación de su hijo, amenazado por un espíritu destructor, se obtiene por medio de circuncidarlo y establecer un “pacto de sangre” entre la esposa de Moisés y Dios (¿Será ella un símbolo de la Nación o de la Iglesia en este caso?)

En el Exodo se nos presenta la otra gran ceremonia del antiguo pacto: La cena del pasaje, la pascua, simbólica del sacrificio de Nuestro Señor. Así como el bautismo es representado por la circuncisión, la Eucaristía es representada por la cena pascual. Nadie podía comer de la cena de Pascua sin haber sido antes circuncidado.

El cruce del Mar Rojo por el pueblo de Dios es la otra apta representación del bautismo (1 Cor 10:12). La esclavitud en Egipto es simbólica de nuestra esclavitud al pecado, al mundo y al Diablo; que terminó cuando los israelitas cruzaron el mar a través de la aguas milagrosamente partidas. El mismo paralelo del diluvio se presenta aquí. Las aguas que salvan a los creyentes causan la muerte de los incrédulos. Así como el diluvio fue seguido de un sacrificio en comunión por Noé y su familia, el paso a través del mar es seguido por la comunión del pueblo en el maná, el pan del cielo, y el agua que sale de la roca que los seguía. De nuevo se nos presentan los sacramentos del bautismo y la eucaristía. El pueblo que sale de Egipto sin embargo, debe nacer de nuevo y engendrar una nueva generación para entrar en la Tierra Prometida. Tal como en la circuncisión, la carne antigua, rebelde y pecaminosa es dejada atrás como las carcazas de la generación quejumbrosa que fueron dejadas en el desierto.

Hay sin embargo una característica del bautismo que no hemos tocado todavía. Ya ves como por símbolos parciales Dios revela al hombre las verdades completas del cielo y esto se completa un poco más al considerar el milagro de Naamán en 2 Re 5. ¡Qué historia asombrosa! Aquí tenemos alguien que es “exterior” a la familia de Dios, un sirio, un enemigo de Israel. Una pequeña esclava israelita le revela al gran Naamán de Siria el camino de la curación por el profeta Eliseo. La jovencita es un tipo simbólico de la Iglesia que apunta a los extranjeros gentiles en enemistad con Dios a la salvación por medio del bautismo. Naamán se rebela por lo que parece un asalto a su dignidad pero a instancias de sus propios servidores se despoja de su orgullosa actitud inicial y se baña siete veces en el Jordán hasta que sus carnes rejuvenecen como la carne de un muchachito (¿No es esto un símbolo claro del nacer de nuevo?) Nótese el paralelo y véase por qué la Iglesia temprana consideraba este pasaje como una prefiguración del bautismo y la regeneración que lo sucede. San Ambrosio en “De los Misterios” usa a Naamán como un símbolo claro del sacramento bautismal y la regeneración que permite que nuestros pecados secretos sean perdonados y dejados atrás con la carne rebelde. Otro escritor de la Iglesia primitiva Efraín el Sirio menciona algo similar en sus “Himnos para la Fiesta de la Epifanía”. Luego veremos los comentarios de Ireneo a este mismo respecto.

Ezequiel, que fuera desterrado a Babilonia alrededor del 599 A.C. tuvo la misión profética de anunciar la futura restauración de Israel a la pura adoración y obediencia a Dios y a sus leyes. Ezequiel 36:22-27 nos revela un tipo del bautismo como agente purificador y esto ¡Cerca de 600 años antes de Juan y Jesús! Este pasaje de Ezequiel une en un arco perfecto las antiguas leyes de purificación de la Torah con el sacramento cristiano del bautismo. (Compárese con Num 8:7, purificación de los Levitas y con Núm 19:17 donde las cenizas del sacrificio y el agua son mezcladas y salpicadas sobre el pueblo para hacerlos “limpios”). Este salpicar puede ser paralelo del salpicar expresado en la profecía mesiánica de Isa 52:15, las palabras de Jesús en Juan 3:3-5 y finalmente la orden universal de “ir y hacer discípulos bautizándolos en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”, que se parece mucho en estructura y fraseología al primer mandato de “Creced y multiplicaos” que se encuentra en el Génesis, sugestivamente, siguiendo a la primera creación del hombre.

Zacarías 13:1 menciona una fuente que, en mi opinión, señala inequívocamente al bautismo. Es una alusión a la venida de Cristo al que se presenta abriendo una fuente para lavar los pecados, y que no se puede interpretar de otra manera. El comentarista John E. Walvoor en “The Bible Knowledge Commentary” (Victor Books, 1985) cita: “Ese día se refiere al futuro día del Señor. La frase “en ese día” ocurre 16 veces en los tres últimos capítulos. En el día de la crucifixión de Jesucristo la fuente fue abierta potencialmente para todo Israel y el mundo entero […] la limpieza espiritual de la nación es asociada en otras partes de la Escritura con la regeneración espiritual de Israel y la inauguración del Nuevo Pacto.