Pensamiento Teológico
OS DICE LA IGLESIA
"Las palabras pronunciadas por Cristo resucitado « el primer día de la semana », ponen especialmente de relieve la presencia del Paráclito consolador, como el que « convence al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio ». En efecto, sólo tomadas así se explican las palabras que Jesús pone en relación directa con el « don » del Espíritu Santo a los apóstoles. Jesús dice: « Recibid el Espíritu Santo: A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos ». Jesús confiere a los apóstoles el poder de perdonar los pecados, para que lo transmitan a sus sucesores en la Iglesia. Sin embargo, este poder concedido a los hombres presupone e implica la acción salvífica del Espíritu Santo. Convirtiéndose en « luz de los corazones », es decir de las conciencias, el Espíritu Santo « convence en lo referente al pecado », o sea hace conocer al hombre su mal y, al mismo tiempo, lo orienta hacia el bien. Merced a la multiplicidad de sus dones por lo que es invocado como el portador « de los siete dones », todo tipo de pecado del hombre puede ser vencido por el poder salvífico de Dios. En realidad —como dice San Buenaventura— « en virtud de los siete dones del Espíritu Santo todos los males han sido destruidos y todos los bienes han sido producidos »." (Carta Encíclica "Dominum et Vivificantem")
Los frutos del Espíritu Santo son caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad.
"La experiencia de la historia muestra que la Iglesia vive la pasión y la cruz indisolublemente unida a su Señor resucitado, iluminada y confortada por la presencia que él mismo le garantizó todos los días, hasta el fin del mundo (cf. Mt 28, 20). El mismo Señor, en cuyo cuerpo glorioso permanecen los signos de los clavos y de la lanza (cf. Jn 20, 20. 27), es quien asocia a sus amigos a sus sufrimientos, para conformarlos luego a su gloria. Esta fue, en primer lugar, la experiencia de los Apóstoles, a quienes los creyentes en su peregrinación hacen constante referencia. Su ministerio de comunión y evangelización gozó de la misma fecundidad que el de Cristo: la fecundidad del grano de trigo que, como recuerda el evangelista san Juan, produce mucho fruto si muere en la tierra y por morir en la tierra (cf. Jn 12, 24). 3. Signo por excelencia de esa fecundidad pascual son los frutos del Espíritu, ante todo "amor, alegría y paz" (Ga 5, 22), que caracterizan, aun en la diversidad de estilos y de carismas, el testimonio de los santos de toda época y de toda nación. Incluso en la prueba, en las situaciones más dramáticas, nada ni nadie puede quitar al que vive unido a Cristo la certeza de su amor (cf. Rm 8, 37-39) y la alegría de ser y sentirse uno con él." ("Discurso del Santo Padre Juan Pablo II a los obispos amigos del movimiento de los focolares.