Padre Tomás Del Valle-Reyes

QUE EL MUNDO SE ABRA A CUBA




Padre Tomás Del Valle-Reyes

25 de Marzo, 2012

Y Cuba al mundo. Todos recordamos aquellas palabras proféticas que Juan Pablo II en el lejano 98 cuando visitó Cuba. Mucho huracán ha barrido la isla desde entonces. Muchas cosas han cambiado. Muchas cosas siguen igual. Muchos sueños se frustraron.
Muchas ilusiones se han hecho realidad. De nuevo el Papa vuelve a Cuba.
Entonces lo era el Papa polaco. El gran líder que llevó a la Iglesia al tercer milenio.
Fue el gurú espiritual para los polacos en su enfrentamiento con los sistemas totalitarios que oprimían su país natal. Muchos pensaron que iba con un discurso parecido a Cuba.
Esa no fue la razón de su viaje. Pretendió apoyar, consolidar y fortalecer a sus hermanos en la fe, recordarles que Cuba hunde sus raíces y su identidad en el evangelio. Benedicto XVI, el Papa alemán, no es el carismático Juan Pablo II. No es hombre de grandes multitudes. No tiene la simpatía y el don de gentes de su predecesor.
El uno era un gran actor de teatro llegado a Papa. Este es el intelectual, el profesor, el creador de pensamiento serio, tímido y profundo que viene a Cuba por un motivo: consolidar, apoyar y fortalecer a sus hermanos en la fe. Son distintos líderes, distintos los tiempos, pero el mismo pueblo, el mismo mensaje, la misma alegría, el mismo reto: “construir un mundo mejor del recibido de nuestros mayores” en palabras del Vaticano II.
Tanto entonces como ahora surgieron agoreros de mala suerte, escépticos y envidiosos, ilusos y profetas baratos. Para ciertos grupos tanto JPII como BXVI llevaban una agenda política en su viaje.
De ahí su rechazo o su apoyo. Del Papa polaco se esperaban muchas cosas. Fracasaron sus sueños.
No entendieron que su llamado a que Cuba se abriera al mundo y el mundo a Cuba era un llamado a no desconocerse, a no ignorarse, a abrir espacios de diálogo y respeto.
No entendieron que su viaje no era otro que el de consolidación de la fe de sus hermanos.
Fue el viaje de un pastor que viene a acompañar a sus hermanos, a sus hijos en la fe. Y punto. “Y no hay más ná” Han pasado 14 años desde entonces. La situación en Cuba ha cambiado. Una nueva generación de creyentes ha surgido en el país. Creyentes enraizados en el viejo tronco de la fe católica.
Sus raíces siguen siendo las mismas.
Hace más de 500 años que se sembró esa fe. Fue amamantada por el amor a María, la de la Caridad, la del Cobre.
Fue forjada con las prédicas y enseñanzas de Félix Varela, se mezcló con Changó y Yemayá, se convirtió en música, alegría y esperanza.
Esa comunidad de creyentes es la que espera a Benedicto XVI y con la que el Papa desea encontrarse. Van a compartir dos cosas en común, el amor a María, que hace 400 años se apareció en una playa de la Isla, y el deseo de construir un mundo donde “las alegrías y las esperanzas, las penas y las tristezas, son las de los creyentes en Cristo porque nada humano le debe ser ajeno al creyente” ((Vaticano II) A eso va. Nada más.
Y nada menos. Los que piensan otra cosa, ni conocen a Benedicto XVI ni han entendido la razón de ser del viaje.

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