Padre Tomás Del Valle-Reyes

DEL SENTIDO DE LA VIDA




Padre Tomás Del Valle-Reyes

10 de Enero, 2010
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Acabamos de dar comienzo a un nuevo año, y junto con él siempre nos vienen los recuerdos y preguntas que solemos hacernos por estas fechas. Nuestro primer sentimiento es el de sentirnos viejos cada año que pasa. Pero nuestro primer cuestionamiento es saber si la vejez existe. Sí, muchos de nosotros, de hecho, envejecemos, pero no por el paso del tiempo, sino porque no maduramos. Envejecemos cuando nos empeñamos en cerrar nuestras vidas a nuevas ideas, nuevas formas, y entonces nos volvemos radicales. Envejecemos cuando le tenemos miedo a las novedades, cuando lo nuevo nos asusta, cuando tenemos miedo al amor y a la alegría. Pero, sobre todo, envejecemos cuando nos ponemos en el centro de la vida y de las cosas y pensamos exclusivamente en nosotros mismos y nos olvidamos de los demás. Tenemos abundancia de ejemplos de personas que sus grandes obras fueron realizadas después de los ochenta. Cada día vemos también arrastrarse a nuestros jóvenes sin sentido para sus vidas. De una forma u otra todos somos escolares mientras vivimos. Y a principio de año es como una nueva etapa escolar en nuestra vida. Todos estamos matriculados en una Escuela donde no necesitamos pagos de matrícula, donde tan solo tendremos un examen. Mientras vivimos somos estudiantes de la Escuela de la Vida. Y en este centro escolar el principal maestro no es otro que el Tiempo. Esa Escuela de la vida nos va dando unas destrezas con las cuales vamos comprendiendo que la vida tan solo puede ser comprendida cuando tenemos la capacidad y serenidad de mirar hacia atrás, hacia la vida pasada. Pero entendiendo también que el presente sólo lo podemos vivir a plenitud si somos capaces de mirar hacia adelante con serenidad, alegría y esperanza. Esa sabiduría que adquirimos al ver nuestro pasado y, desde el presente, proyectar nuestro futuro, nos debe llevar a ver que aprendemos en nuestra juventud lo que comprenderemos en nuestra madurez. No debe ser preocupante el envejecer. Todo tiene su proceso en la vida. Lo que sí es realmente preocupante es el ser vistos, actuar, pensar vivir como viejos. Cuando la sabiduría que hemos adquirido llena nuestras existencias, no envejecemos. Tan solo pasa el tiempo en nuestras vidas. Brilla la luz en los ojos del anciano, esos mismos ojos que en la juventud arden como llamas. Por eso podemos afirmar que para los hombres y mujeres libres no existe la edad. Somos nosotros los que la vamos creando. De ahí que si no creemos en que nos ponemos viejos, no lo haremos hasta el día de cerremos los ojos a este mundo. Nos convertimos en ancianos, no en viejos. Eso sí, la vida no es corta. Son las personas que permanecen anuladas, sin deseos de vida y de lucha, sin amor y alegría los que son cortos. No podemos permitir que la tristeza de los errores cometidos en el pasado nos estropee la vivencia del presente atemorizando e hipotecando el futuro. Debemos por tanto hacer del paso del tiempo no una pérdida, sino una gran conquista. Y en la vida los seres humanos son como el vino: el tiempo daña los malos, los avinagra, pero mejora los buenos. Al comienzo del año no olvidemos que no tenemos edad, tenemos vida para vivir. Tertuliasiglo21@aol.com