Padre Tomás Del Valle-Reyes

El Carnaval, Un Año Mas




Padre Tomás Del Valle-Reyes

24 de Febrero, 2006



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Un año más nos disponemos las fiestas del Carnaval, las fiestas de la lujuria, la vida, el desenfreno. Son fiestas de máscaras y disfraces, de inversión y hasta de subversión, del orden habitual, que pretenden significar ese cambio o novedad que trae el nuevo año.;-p:

Una de las características del Carnaval va a ser la ruptura con el Orden Social establecido. Se van a permitir grandes libertades. Con máscara o sin ella el pueblo realiza toda una serie de actos los cuales, en circunstancias normales, no realizarían. Es, en definitiva, trastocar por un día, el orden social. El volver a ser un poco "salvajes" El Carnaval ha sido fuente de grandes creaciones artísticas.

Para poder comprender un poco el Carnaval debemos verlo a la luz del Cristianismo. En las sucesivas etapas en que la Fe Cristiana divide el Tiempo, aparecen los llamados tiempos litúrgicos, los cuales se encuadran dentro del llamado Año Litúrgico. En estos tiempos se celebran diversos aspectos del misterio de Cristo y de la salvación de los creyentes. El más importante, ciertamente, es la Pascua, el recuerdo y la actualización de la Resurrección de Cristo. Como preparación a ese hecho, los cristianos celebran y viven la Cuaresma, tiempo de cinco semanas durante las cuales se abstienen de toda celebración festiva. Es tiempo de austeridad, de reflexión, de penitencia. De abstención de carne —las Carnestolendas— De aquí que podamos ver la conexión entre el Carnaval y la Cuaresma. Son la antítesis el uno de la otra. En palabras de Caro Baroja... porque el Carnaval (nuestro Carnaval) quiérase o no, es un hijo (aunque sea hijo pródigo) del Cristianismo; mejor dicho, sin la idea de la Cuaresma (la Quadragésima) no existiría en la forma concreta en que ha existido desde fechas oscuras de la Edad Media Europea... un período en el que lo que podríamos llamar "valores paganos de la vida" estaban puestos de relieve, en contraste con el período inmediato, de duelo, en que se exaltaban los "valores cristianos."

En nuestra cultura hispana esta fiesta va a ocupar un lugar importante. Va a ser el mantener viva la luz de la vida y de la alegría. Nos viene a la memoria, siempre que hablamos de Carnaval el nombre de Río, borrachera de vida, de sexo, de alegría, de alcohol, de toda la exuberancia de nuestra América. Va a ser la población de origen africano la que con más interés y vivencia mantenga esta fiesta. Después de Río nos viene a la mente la ciudad sureña de New Orleans, con su gran componente afroamericano, tan duramente castigada el año pasado. En el Caribe persiste una fiesta afrocaribeña, que es una especie de carnaval prolongado, y me estoy refiriendo a los bailes de Baquiné, festividad prácticamente desaparecida, que unía las fiestas de carnaval con el entierro de infantes.

Termino estas notas sobre el Carnaval, la Fiesta de la Vida, tomándole prestadas las palabras a uno de nuestros grandes escritores, Antonio Machado, quien afirmaba, el pueblo, siempre que se regocija, hace carnaval. De modo que lo carnavalesco, que es lo específicamente popular de toda fiesta, no lleva trazas de acabarse. La esencia de lo Carnavalesco no es ponerse careta, sino quitarse la cara. Y no hay nadie tan avenido con la suya que no aspire a estrenar otra alguna vez.