Masada (Pictures: Fr. Tomas)
De los manuscritos encontrados en sus alrededores los hay de tres clases: BÍBLICOS, entre los cuales aparecen copias de todos los libros del Antiguo Testamento excepto del Libro de Esther. Destaca el libro de Isaías casi completo, siendo el texto del profeta más antiguo del que se tiene copia. Junto a los textos bíblicos destacan los COMENTARIOS A LOS TEXTOS BÍBLICOS. Existen también Textos Apócrifos, algunos conocidos como el de Henoc, Jubileos, Testamentos de los Doce Patriarcas, etc. Otros aparecieron por primera vez, como un Génesis Apócrifo, Ciclo de Daniel, etc Y finalmente TEXTOS DE LA COMUNIDAD DE LOS ESENIOS, como la Regla de la Comunidad, el Documento de Damasco, el Libro de la Guerra, textos poéticos y religiosos.
Del monasterio y ruinas de Qumran seguimos por la ruta hacia Masada, la montaña-fortaleza símbolo de la libertad de Israel. Según los datos proporcionados por Josefo Flavio, historiador judío al servicio de los romanos, fue Jonatan el Asmoneo el que construyó la Fortaleza de Masada. La fortifica Alejandro Janneo en el año 100 antes de la era actual y la hace inexpugnable Herodes el Grande entre el año 30 al 36. Los zelotas se la arrebatan a los romanos en el año 66 de la era actual. Fue sitiada por el general romano Flavio Silva y los soldados de la X Legión Fretense en el año 72, dos años después de la caída de Jerusalén. Los rebeldes eran comandados por Eleazar Ben Yair, quien al frente de 960 hombres, mujeres y niños, logra resistir por 3 años. Flavio Silva para doblegar a los rebeldes construye 8 campamentos y circunvala la montaña con una muralla de 4.5 kilómetros para aislarla por completo. Con una tropa de esclavos cercana a los 15,000 hombres logra levantar una rampa para entrar en la montaña. Flavio Josefa nos narra que el 14 de Nisán decidieron sus moradores suicidarse antes de entregarse a los romanos. Cinco niños y dos mujeres lograron sobrevivir escondidos en una cisterna, quienes narraron lo ocurrido en la última noche. Cuando el general Silva entra en Masada y tiene conocimiento de lo ocurrido, mandó a las tropas romanas rendir homenaje a los defensores de Masada. Los romanos fijaron una guarnición en el lugar, la cual ya en el siglo II desaparece. Hacia el siglo V la habitan un grupo de monjes bizantinos, los cuales dejaron una iglesia en la cima de la montaña. Al desaparecer ellos casi un siglo después ya nadie vuelve a Masada hasta que en el siglo XX los investigadores y arqueólogos desentierran su pasado glorioso. Masada ha quedado como el símbolo de la Libertad y de los Hombres Libres de Israel.
Descendiendo de Masada con destino a Jerusalén se pasa por el Mar Muerto. Forma un lago de 71 kilómetros de largo por 16 de ancho, a 400 metros por debajo del nivel del mar Mediterráneo. Se trata de un mar interior que comprende la depresión más grande de la Tierra. Se alimenta de las lluvias de invierno, del Jordán y de algunos riachuelos que desembocan por la zona oriental. El punto más profundo es de 400 metros. Su alta salinidad – diez veces más alta que en los mares normales- impiden cualquier tipo de vida en su interior. Ya los nabateos supieron aprovecharse de sus riquezas minerales y extraían asfalto bituminoso, el cual lo mercadeaban en Egipto. En el período helenístico- romano fue abundante la navegación en él. Prueba de ello la tenemos en el mosaico de Madaba. En el extremo sur del mar se sitúa el Valle de Siddim donde la tradición ubica las famosas ciudades de Sodoma y Gomorra. En el Antiguo Testamento tenemos varias referencias a este mar. En el Libro del Génesis se le llama Mar de la Sal. Josué lo denomina el Mar de Arabá (Josué, 3,16) Ezequiel nos recuerda que sus aguas serán saneadas con la venida del Mesías (Ezequiel 47,1-12)
Bordeando el mar Muerto nos vamos acercando a las montañas de Judá, en cuya cima se encuentra la Ciudad Santa de Jerusalén.
Jerusalén ha sido el centro de la vida del pueblo de Israel desde hace más de tres mil años. Situada sobre un conjunto de colinas a unos 750 metros por sobre el nivel del mar, se llegó a convertir en una ciudad inexpugnable. El nombre actual es la traducción de la palabra hebrea Yerusalaim, que a su vez deriva del cananeo Urusalim que significa Fundación de Salém. Salem era un dios del mundo religioso cananeo. Ya en el libro de Génesis vamos a encontrar a Melquisedech, sacerdote del Dios Altísimo y Rey de Salem. La tradición judía va a identificar a Salem con Jerusalén. La ciudad va a recibir también el nombre de Sión, de origen cananeo, indicando en la literatura profética y en los salmos un sentido mesiánico. Sión será el trono donde se instaurará el futuro reino mesiánico. En el Nuevo Testamento se convertirá a Sión en la Jerusalén Celestial.
La ciudad fue conquistada por David a los Jebuseos hace tres mil años, convirtiéndola en la capital de su reino. La fortificó y la convirtió en el centro religioso de las tribus con la traída del Arca de la Alianza. Desde entonces se va a llamar la Ciudad de David.
Salomón, el hijo de David, va a construir el primer Templo en la colina norte.
A lo largo de varios siglos va a sufrir diversas invasiones y destrucciones. Babilonios, griegos y, finalmente, romanos, van a destruirla y reconstruirla, dejando a su vez huellas indelebles en la ciudad, cambiando incluso de nombre. Colina Aelia Capitolina la va a denominar Adriano cuando la reconstruye después de la Revolución de Bar- Kokeba a mediados del siglo segundo de la era actual. 17 veces destruida, 18 veces reconstruida. Citada en la Biblia 656 veces, sigue siendo la Ciudad de la Paz. Jesús caminó por sus calles y los primeros cristianos la consideraron la Ciudad Celeste, la Iglesia Madre, Sión, símbolo del encuentro con Dios.
Grande es el Señor y digno de toda alabanza
En la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo.
Altura hermosa, alegría de toda la tierra es el monte Sión
La morada de Dios, la capital del gran rey.
Entre sus palacios, Dios se manifiesta como segura defensa.
Tal como lo habíamos oído, así lo hemos visto
En la ciudad del Señor Todopoderoso, la ciudad de nuestro Dios
La que Dios ha fundado para siempre
Recordamos tu amor, Oh Dios, en medio de tu templo
Recorran Sión, den la vuelta contando sus torres,
Fíjense en sus murallas, observen sus palacios
Para que puedan decir a las generaciones futuras
“Así es nuestro Dios para siempre; El nos guía perpetuamente”
(fragmentos del salmo 48)
Uno de los primeros lugares que se recorren a la llegada a Jerusalén lo es el Monte Scopus, la colina más alta del Monte de los Olivos, de unos 828 metros de altura, desde la cual se contempla la ciudad y forma parte del llamado Monte de los Olivos. Su nombre tanto en griego como en hebreo significa VIGILAR. Dada la ubicación del mismo, ha sido utilizado por babilonios, asirios, griegos, romanos árabes, cruzados y otomanos para planificar las invasiones de Jerusalén y contemplar su esplendor. Desde su altura se divisa en días claros el mar Muerto, el desierto de Judea y las montañas de Moab.
Descendiendo del Monte Scopus se llega al Monte de los Olivos Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se habla de este Monte en diversas ocasiones. Salomón construye en él altares y palacios para sus mujeres extranjeras. Será el lugar, de acuerdo al profeta Zacarías, desde donde el Mesías aparecerá (Zacarías 14, 4) Según los relatos evangélicos Jesús estuvo en diversas ocasiones en el mismo: desde aquí comienza su entrada triunfal en Jerusalén; llora sobre la ciudad; les enseña a sus discípulos a dirigirse a Dios como un Padre que nos da el pan de cada día, ora hasta la sangre momentos antes de ser entregado a las autoridades las cuales, tras un rápido juicio, lo condenan a muerte; y, finalmente, desde aquí, nos narra Lucas, asciende al cielo.
Son diversos los lugares los que nos recuerdan el paso de Jesús por este monte. El primero de ellos lo es el Huerto de Getsemaní, dentro del cual tenemos dos testigos de la agonía de Jesús. Uno es el mismo huerto, la Prensa de Aceite, que es lo que significa Getsemaní en hebreo, el cual conserva olivos milenarios, algunos de los cuales puede ser que nacieran de los restos de olivos del primer siglo, ya que todos ellos fueron talados en la rebelión del año 70 contra los romanos que acabó con la destrucción de la ciudad santa. Hasta aquí llegó Jesús con sus discípulos en la noche en que iba a ser entregado. Formando parte del Huerto se halla la Iglesia de las Naciones, llamada así en honor de un determinado número de naciones que en los años veinte del siglo pasado financiaron su construcción y cuyos nombres están impresos en las cúpulas.. Está levantada sobre la Iglesia bizantina erigida por Teodosio el Grande y destruida por los persas y reconstruida por los cruzados. Conserva la roca sobre la cual Jesús oró y sudó gotas de sangre. La fachada exterior, que mira hacia el Valle del Cedrón, está rematada por un colorido mosaico que representa a Jesús asumiendo el dolor universal de la humanidad.
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