Papa Inocencio III

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Nació en Roma, Italia. Su pontificado empezó el 8 de enero de 1198 hasta el 16 de junio de 1216

Noble de familia italiana, por su procedencia estudió Teología en la Universidad de París y luego Derecho Canónico en Bolonia. Incluso antes de ser elegido Papa ya era una personalidad respetable y connotada. Por esto Celestino III lo nombró Cardenal y, tras su fallecimiento en 1198, en una votación unánime fue elegido como Sumo Pontífice el 8 de enero de ese año por el Colegio Cardenalicio, el cual vio más tarde satisfechas sus perspectivas para con Lotario. Parte de la gran energía que desplegó como Pontífice, se debe a haber sido un Papa inusualmente joven, no habiendo cumplido aún los 37 años al momento de su elección.

Su influencia no pasó desapercibida para nadie. Sus prédicas siempre fueron sustentadas en su propio ejemplo, su estilo de vida humilde dentro de la curia romana fue muy destacable. Además sus grandes dotes como diplomático permitieron adherir a Roma los territorios adyacentes de esta hasta Rávena, las Marcas, Ancona y el antiguo ducado de Spoleto. También es conocido por haber convocado El Concilio IV de Letrán de 1215, por medio del cual dictó un reglamento que dio forma a la Inquisición pontificia.

Estado de la Cristiandad al advenimiento de Inocencio.

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El Papado de Inocencio III se inició en medio de varias convulsiones sociales. En varias regiones de Europa, el Feudalismo estaba cediendo terreno a una nueva sociedad burguesa, en medio de la llamada revolución del siglo XII. A la vez, los estados nacionales se estaban fortificando, y los reyes, particularmente los de Francia e Inglaterra, se perfilaban como nuevos actores de importancia en el mapa político. En Oriente, la Cristiandad debía lidiar con la amenaza de un poder musulmán fortalecido por Saladino, que había conseguido desbancar a la Tercera Cruzada. Siendo la Iglesia Católica una de las entidades más poderosas de Europa, no podía hacerse oídos sordos a todos estos sucesos.

La propia Iglesia atravesaba por un período complejo. El impulso de los cistercienses, adalides de ésta durante el siglo XII, había decrecido, y nuevas doctrinas como la de los cátaros, valdenses y patarinos se estaban propagando. Era evidente que el nuevo Papa debería actuar con resolución para mantener el rol de la Iglesia.

Mentalidad

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Jugaron un papel en la mentalidad de Inocencio, su origen noble o aristocrático, y su formación como teólogo y jurista especializado en Derecho Canónico. De esta manera, le pareció natural a Inocencio el aseverar que la Iglesia Católica tenía la plena potestad ("plenitudo potestatis") sobre toda la Cristiandad. Basándose en el texto de Mateo XVI, en que Cristo confiere las llaves del Reino de los Cielos a Pedro, afirmó la plena soberanía de la Iglesia incluso sobre el Emperador. Se reservaba Inocencio III intervenir en política cuando, a su juicio exclusivo, hubiera razón de pecado ("ratione peccati") en el actuar de los príncipes, puesto que éstos estaban para velar sólo por el bienestar físico de sus súbditos, mientras que el Papa estaba para velar por la salvación de las almas, empresa ésta más valiosa que la primera en términos morales.

Para demostrar este ideario en signos prácticos, Inocencio III siempre prefería ser llamado con el título de Vicario de Cristo, por lo cual a su persona le incumbía el trato de los asuntos del cielo y de la tierra. Parece ser que fue el primero de los Papas que se proclamó con este título.

Política internacional
Relaciones con el Imperio

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Las ideas políticas de Inocencio se vieron reflejadas a la muerte del Emperador Enrique VI, donde impuso su autoridad pontificia para autonombrarse como árbitro y calificador de los pretendientes al trono, aunque este anhelo había sido estampado anteriormente en su encíclica “De contemptu mundi”. Sostenía que el Imperio procedía de la Iglesia no sólo "principaliter" (en su origen), sino también en sus fines ("finaliter"), por lo que a pesar de que los príncipes electores alemanes tenían el derecho jurídico a nombrar un nuevo Emperador, esta elección debía ser ratificada por el Pontífice.

Sin embargo, su política respecto de Alemania siempre fue problemática. Promovió a Otón de Brunswick como "antiemperador" de la Casa Welf contra Felipe de Suabia, de la Casa Hohenstaufen, pero cuando este último fue asesinado en 1206 y Otón fue coronado en Roma como Otón IV, ambos se pelearon. Recurrió entonces Inocencio III a su pupilo, Federico II de Alemania, quien a la sazón gobernaba Sicilia. Otón invadió Italia militarmente, pero debió retirarse. Federico, a la vez, invadió Alemania. El desastroso resultado de la Batalla de Bouvines, que Otón libró contra Felipe Augusto de Francia, en 1214, selló su suerte, y Federico alcanzó la corona de Alemania, sin haberse desprendido de Sicilia, lo que puso al Papa en una situación incómoda, que Inocencio no alcanzó a resolver debido a su fallecimiento.

Otras relaciones europeas.

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Con respecto a Francia, Inocencio intervino en los problemas de Felipe II de Francia con su repudiada esposa. En este terreno, Inocencio consiguió convertir la hostilidad inicial de Felipe en una cooperación amistosa, que le valió su alianza contra Otón IV de Alemania. También Inocencio favoreció a Felipe invitándole a la Cruzada Albigense.

También intervino en la proclamación de Kalojan en Bulgaria.
Tuvo también una dura controversia con Juan de Inglaterra, conocido también como Juan Sin Tierra. En 1205 falleció Hubert Walter, arzobispo de Canterbury. Juan intentó nombrar un candidato, pero Inocencio decidió que tal cargo fuera ocupado por Stephen Langton, reputado teólogo de la Universidad de París. Ante la porfía de Juan, Inocencio lanzó el interdicto sobre Inglaterra en 1208, y la excomunión contra Juan en 1209. Juan resistió hasta 1213, y finalmente cedió ante los deseos de Inocencio, llegando incluso a reconocerse como vasallo de la Iglesia, como medida desesperada para evitar que los franceses pudieran invadir sus dominios (que ahora eran eclesiásticos).

Estos y otros asuntos políticos demostraron que Inocencio se sentía realmente un Rey de Reyes, con capacidad de arbitrio sobre la política europea.

Lucha contra los herejes y los infieles.

En pro de defender la Cristiandad por sobre todas las cosas, impulsó la cuarta Cruzada a Tierra Santa en el año 1202. Sin embargo, los enredos de Venecia, uno de los principales financistas de la expedición, llevó a los cruzados a tomar primero la ciudad de Zara, enclave bizantino en la costa de Dalmacia, y después saquear dos veces la ciudad de Constantiopla en 1204, poniéndole fin al Imperio Bizantino, todo esto pese a las excomuniones que Inocencio fulminó contra los cruzados, por haber vuelto las armas que debían ser dirigidas contra los musulmanes, hacia hermanos cristianos.

Ante el problema de los cátaros, Inocencio envió a varios legados, y autorizó las prédicas de Domingo de Guzmán, para tratar de reconvertirlos. En enero de 1208, el asesinato de Pierre de Castelnau, legado pontificio en el sur de Francia, precipita los acontecimientos. Inocencio llama a la Cruzada para extirpar la herejía, dando origen así a la Cruzada Albigense. Aunque habrá núcleos de resistencia hasta varias décadas después, ya en 1215 Inocencio se siente seguro de sus resultados, hasta el punto de convocar a un Conciilo Ecuménico para resguardar la ortodoxia católica. Paralelamente, la Cruzada Albigense le da un poderoso impulso a Francia, al permitírsele la anexión de la región del Languedoc.

El Concilio de Letrán.

A poco tiempo de culminar su vida y su pontificado, en 1215 convocó al IV Concilio de Letrán, uno de los más importantes de la época, en el cual se trataron temas políticos y en especial se dictaron deberes y derechos para prácticamente todas las clases sociales. Destaca “Omnis Utriusque Sexus”, en el que se obliga a todos los adultos cristianos a recibir al menos una vez al año los sacramentos de la confesión y la eucaristía.

Por otra parte cabe destacar su incondicional apoyo a Santo Domingo de Guzmán quien fundó la orden de los dominicos y a san Francisco de Asís quien fue creador de la orden de los franciscanos y las clarisas. De este modo fue el precursor de una importante reforma eclesiástica. El 16 de junio de 1216 Inocencio III fallecía en la ciudad de Perugia para ser sucedido en la silla de San Pedro más tarde por Censio Savelli (futuro Honorio III). Tenía 55 años.

Las profecías de San Malaquías se refieren a este papa como Comes signatus (Conde Signado), cita que hace referencia a su familia, los condes de Segni.