Carácter Sacramental del Diaconado

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Carácter Sacramental del Diaconado

Aunque algunos teólogos como Cayetano y Durero se han arriesgado a dudar si el Sacramento del Orden es recibido por los diáconos, puede decirse que hoy generalmente se acepta que los decretos del concilio de Trento han decidido el asunto contra ellos. El concilio no sólo establece que el Orden es real y verdaderamente un sacramento, sino que prohibe bajo anatema (Sess. VVIII, can.ii) que cualquiera niegue "que hay en la Iglesia otras órdenes mayores y menores por medio de las cuales se avanza hacia el sacerdocio", e insiste en que el obispo ordenante no solo no dice en vano "recibe el Espíritu Santo", sino que el rito de la ordenación imprime un carácter. Ahora, no sólo encontramos en los Hechos de los Apóstoles, como se dijo antes, oración e imposición de las manos en la iniciación de los siete, sino el mismo carácter sacramental que sugiere que la comunicación del Espíritu Santo es evidente en el rito de ordenación tal como se practicaba en la primitiva iglesia y todavía hoy. En las Constituciones Apostólicas leemos:

Un diácono nombrarás, O Obispo, imponiendo tus manos sobre él, con todo el presbiterio y los diáconos de pie a tu lado; y orando sobre él dirás: Dios Todopoderoso...permite que nuestras súplicas lleguen a tus oídos y deja que tu faz brille sobre tu servidor que está destinado para el oficio de diácono (eis diakonian) y llénalo con el Espíritu y con poder, como llenaste a Esteban, el mártir y seguidor de los sufrimientos de Cristo.

El ritual de la ordenación de los diáconos hoy en día es como sigue: primero el obispo pregunta al archidiácono si los que van a ser promovidos al diaconado son dignos para el oficio y luego invita al clero y al pueblo a mencionar cualquier objeción que puedan tener. Después de una corta pausa el obispo explica a los ordinandi los deberes y privilegios de un diácono mientras ellos permanecen arrodillados unos momentos. Al terminar sus palabras, ellos se postran y el obispo junto con le clero, recitan las letanías de los santos mientras el obispo imparte tres veces su bendición. Después de algunas otras plegarias en las que el obispo continúa invocando la gracia de Dios para los candidatos, canta un corto prefacio en el que expresa la alegría de la iglesia al ver la multiplicación de sus ministros. Viene enseguida la parte más esencial de la ceremonia. El obispo extiende su mano derecha y la coloca sobre la cabeza de cada uno de los ordinandi, diciendo, "Recibe la fortaleza del Espíritu Santo y para resistir al demonio y sus tentaciones, en el nombre del Señor". Luego extendiendo su mano sobre todos los candidatos juntos dice: Te pedimos Señor, que envíes sobre ellos el Espíritu Santo con el cual sean fortalecidos para el desempeño lleno de fe de tu ministerio por medio de la concesión de tus siete gracias." Después de esto el obispo entrega a los diáconos la insignia del orden que han recibido, a saber, la estola y la dalmática, acompañándolas con la fórmula que expresa su especial significado. Finalmente, hace que todos los candidatos toquen el libro de los Evangelios, diciéndoles: "recibe el poder de leer el Evangelio en la Iglesia de Dios, a los vivos y a los muertos, en el nombre del Señor." Aunque las mismas palabras que acompañan la imposición de las manos del obispo Accipe Spiritum Sanctum ad robur, etc., parece que sólo se usan desde el siglo doce, todo el espíritu del ritual es antiguo y algunos de sus elementos, especialmente la entrega de la estola y la oración que sigue a la entrega de los Evangelios son mucho más antiguas. Vale la pena notar que en el "Decretum proArmenis" del papa Eugenio IV la entrega de los evangelios es mencionada como la "materia" del diaconado, Diaconatus vero per libri evangeliorum dationem (traditur).

En la Iglesia Rusa el candidato, después de haber sido llevado tres veces alrededor del altar y besado cada esquina, se arrodilla ante el obispo. El obispo coloca el extremo de su sobre su cuello y hace tres veces sobre su cabeza el signo de la cruz. Impone su mano sobre la cabeza del candidato y dice dos oraciones algo largas que hablan de la entrega del Santo Espíritu y de la fortaleza otorgada a los ministros del altar y recuerda las palabras de Cristo de que "el que quiera ser el primero entre ustedes, sea su servidor" (diakonos): se entrega entonces al diácono la insignia de su oficio que, además de la estola, incluye el litúrgico, y cuando cada uno de estos es entregado, el obispo dice cada vez con mayor intensidad, axios "valioso" (ver Maltzew, Die Sacramente der orthodox-katholische Kirche, 318-333).

En los últimos tiempos, el diaconado fue tan completamente considerado como una etapa de preparación para el sacerdocio, que ya no se ha puesto interés a sus deberes exactos y privilegios. Las funciones de un diácono fueron reducidas a ayudar al obispo en la misa y a exponer el Santísimo Sacramento para la Bendición. Pero podría, como delegado del párroco, distribuir la comunión en caso de necesidad. Sobre el celibato, ver el artículo Celibato del Clero.

Los Diáconos fuera de la Iglesia Católica

Un diácono recibe la ordenación de las manos de un obispo solo en la Iglesia de Inglaterra y en grupos Episcopalianos de Escocia y Norte América. Como consecuencia de tal ordenación, se considera que ha recibido poder para desempeñar cualquier oficio sagrado, excepto el de consagrar los elementos y pronunciar la absolución, y habitualmente predica y ayuda en el servicio de la comunión. Sin embargo, entre los Luteranos en Alemania, la palabra diácono se aplica a los ministros que ayudan, aunque tengan la plena ordenación, al cura encargado de una parroquia en particular. También es usada en algunos lugares para ayudantes laicos que toman parte en la instrucción, el manejo de las finanzas, la visita a los hogares y a los necesitados. Este último es también el uso de una palabra que es común en muchos grupos no conformistas de Inglaterra y América.