Huerto de los Olivos
Pictures: By Father Tomas del Valle-Reyes
Junto al Huerto de los Olivos se encuentra la pequeña capilla dentro de una gruta natural que nos recuerda el prendimiento de Jesús. Ya desde el siglo IV era venerado este lugar como el del Prendimiento.
Casi paralela con la entrada a la capilla del Prendimiento se halla la llamada Tumba de Maria, el lugar que de acuerdo a una tradición milenaria fue sepultada Maria en el momento de su muerte y de allí asciende a los cielos. La tradición e Jerusalén ha colocado siempre el sepulcro de Maria en el torrente Cedrón según nos lo narran los apócrifos “Dormitio Virginis” y “Transitus Mariae” de los siglos II y III El testimonio más antiguo que poseemos de esta tumba data del siglo V en un documento copto. La tumba de Maria, excavada en la roca, fue transformada en Santuario por el emperador Teodosio el Grande. Construida la iglesia superior por el emperador Mauricio en el siglo VI, todo el complejo inferior se convierte en una cripta. Los persas destruyen el templo. A la llegada de los cruzados se reconstruye de nuevo edificando al mismo tiempo un Monasterio-Fortaleza, Santa Maria en el Valle de Josafat. En 1187 los soldados de Saladino destruyen el templo y el monasterio, pero respetarán la cripta. Posteriormente van a utilizar las piedras del monasterio adyacente para construir las murallas de Jerusalén. El acceso a la cripta y la fachada es cuanto queda del tiempo de los cruzados.
Subiendo un poco en el monte de los Olivos nos encontramos con la Iglesia Rusa de Santa María Magdalena, cuyas cúpulas en la forma típica de cebolla de los templos ortodoxos, destaca en todo el Monte. Fue construida por el Zar Alejandro III de Rusia en el año de 1888 en honor de su madre, pero su interior nunca fue terminado. No recuerda ningún hecho importante mencionado en la Sagrada Escritura. Su belleza, especialmente en los atardeceres, la hacen única en Jerusalén. Cercana a la iglesia de María Magdalena se halla el templo que nos recuerda el llanto de Jesús sobre Jerusalén, el Dominus flevit. Tanto Marcos como, sobre todo Lucas, nos recuerdan el lamento de Jesús sobre Jerusalén: “ Cuando se fue acercando, al ver la ciudad, lloró por ella, y dijo: ¡Si en este día comprendieras tú también los caminos de la paz! Pero tus ojos siguen cerrados. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán con trincheras, te cercarán y te atacarán por todas partes; te aplastarán a ti y a tus hijos dentro de tus murallas. No dejarán piedra sobre piedra en tu recinto por no haber reconocido el momento en que Dios ha venido a salvarte.” (Lucas 19, 41.44)
No existe un lugar concreto seguro relacionado con el llanto de Jesús sobre Jerusalén. Se sabe que en siglo XII ya había una capilla en la zona que conmemoraba el hecho. En el área se encuentra un cementerio judeocristiano, que data de los primeros momentos de la comunidad cristiana en Jerusalén. El templo actual fue construido en 1955 en el solar de la iglesia de un antiguo monasterio bizantino del que se conserva aún partes del mosaico original.
Siguiendo el camino del Monte de los Olivos nos encontramos con una torre que nos recuerda el lugar de la Ascensión de Jesús a los cielos, de acuerdo a lo narrado en el Nuevo Testamento. El único testimonio conservado en el evangelio que nos indica que la Ascensión tuvo lugar en el Monte de los Olivos nos lo presenta San Lucas, quien ubica el sitio junto al camino de Betania. En la segunda mitad del siglo IV la noble romana Poemenia mandó construir en este lugar un edificio de planta circular a cielo descubierto y conocido con el nombre de IMBOMON, el cual fue posteriormente destruido por los persas en el siglo VII. Durante la época de los cruzados el conjunto sufrió una serie de alteraciones, levantándose un convento que fue encomendado a los Canónigos Regulares de San Agustín. Todo fue destruido en el siglo XIII por los musulmanes a excepción de la parte central desde donde, según la Tradición, Jesús se eleva delante de sus discípulos y deja su huella marcada en la piedra. Los musulmanes convertirán la zona en una mezquita, la cual funciona hasta el día de hoy, permitiéndose la entrada a los cristianos para la veneración del lugar.
Muy cercana a la torre de la Ascensión se encuentra la Iglesia del Padre Nuestro. El lugar que nos recuerda la enseñanza de Jesús a sus discípulos de la oración del Padre Nuestro se halla enclavado dentro de un monasterio de Carmelitas de Clausura fundado por la princesa de Tour d´Auvergne.
De acuerdo a una antigua tradición Jesús y sus discípulos estuvieron varias veces por la zona ya que se encuentra a mitad de camino entre Betfagé y Betania y Jerusalén. Allí les enseñó el Padre Nuestro. El recuerdo de tal enseñanza perduró largamente ya que cuando Elena, la madre de Constantino, llega a Tierra Santa todavía se hablaba de la enseñanza y manda construir una basílica a la cual le da el nombre de Eleona la cual fue destruida por los persas en el año 614. El culto continuó en la cripta, la cual con el tiempo se llegó a convertir en el cementerio de los obispos de Jerusalén. En 1929 se comenzó a construir una iglesia en honor del Sagrado Corazón, la cual quedó inconclusa. A lo largo de las paredes del monasterio y de los patios interiores se han levantado unas lápidas en cerámica con la oración del Padre Nuestro en más de ciento treinta idiomas.
Y una vez recorrido el Monte de los Olivos entramos en la ciudad amurallada de Jerusalén, la que conserva la esencia y el recuerdo del rey David, los profetas, Jesús y sus discípulos, la gritería de los romanos, el llanto de sus habitantes al verla destruida.
A lo largo de sus más de tres mil años de historia la ciudad de David ha pasado por etapas de esplendor y de miseria, de gloria y de muerte, pero siempre se ha logrado levantar y sigue siendo la Ciudad de David, la Ciudad de la Paz, la Ciudad Eterna, paradigma de la Eternidad.
Para entrar en la ciudad vieja tenemos ocho puertas, siete de las cuales están abiertas y la octava se abrirá el día en que el Mesías venga, la Puerta Dorada, la de San Esteban o de los Leones, la Puerta de Herodes o de las Flores, La Puerta Nueva, la Puerta de Sión, la Puerta de Jaffa, la Puerta de las Basuras y la Puerta de Damasco.
La ciudad vieja está dividida en cuatro sectores, los cuales, a pesar de estar íntimamente ligados, conservan cada uno de ellos su propia personalidad.
Estos sectores lo son, en la zona Norte de la ciudad, el Barrio Árabe y el Barrio Cristiano, y en la zona Sur el Barrio Armenio y el Barrio Judío.
Según llegamos del Monte de los Olivos entramos en la ciudad a través de la Puerta de Los Leones o Puerta de San Esteban. Estos nombres le vienen por una serie de leones esculpidos en lo alto de la puerta. En tiempo de los cruzados se honró el martirio de San Esteban precisamente a la salida de esta puerta. Al poco de comenzar nuestro recorrido nos encontramos con la Iglesia de Santa Ana, la cual está edificada sobre la zona de la piscina probática del templo de Jerusalén. Entre los años 150 antes de nuestra era hasta el 70 de la era actual encontramos en la zona un lugar de curación . Se había edificado una cisterna y un serie de baños en una grutas . Una multitud de enfermos buscaba allí la curación dado que no podían acercarse al templo a causa de sus enfermedades. Es allí, cerca de la puerta de las ovejas o Probática, donde Jesús va a llevar a cabo la curación de un paralítico de acuerdo a como lo vemos narrado en el evangelio de Juan :
Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque, llamado en hebreo Betesda, el cual tiene cinco pórticos.
En éstos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua; y el que primero descendía al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese. Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. Cuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano?
Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.
Jesús le dijo: Levántate, toma tu lecho, y anda.
Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo. Y era día de reposo aquel día.