Padre Tomás Del Valle-Reyes, Gerson Borrero e Padre Carlos Mullins

Un Cura que
Rompe el Molde



Artículo por Gerson Borrero

3 de Diciembre, 2004

Al entablar una conversación con Tomás del Valle, su interlocutor corre el riesgo de olvidar que habla con un sacerdote. “No puedo quedarme sentado dentro de la parroquia esperando a que la gente llegue a mí”, declara en tono de que él no es ningún tonto de turno, el Padre Tomás.

Tan parte de nuestras vivencias en los nuevayores es el cura madrileño, que como inmigrante, no amortigua sus palabras: “la comunidad hispana ha sido abandonada por la Iglesia Católica Americana”.

De acuerdo al Padre Tomás, quien hace 15 años viajó desde San Juan a la urbe con el propósito de hacer su tesis doctoral sobre la historia de Puerto Rico, “la Iglesia americana es más cerrada que la iglesia hispana”. Sin espacio para ambigüedades, el sacerdote afirma que “nuestra iglesia es más social y por lo tanto más abierta y practicamos más la defensa de la persona”.

El Padre Tomás, quien dentro de cinco días cumplirá 25 años de haber sido ordenado, define la confesión como “lo más sagrado del sacerdocio”. La inflexión en su voz denota la seriedad del encuentro entre feligrés y sacerdote en el confesionario, “una persona está abriendo su interior en busca del perdón. ¡Eso es sagrado!”.

Aunque ha habido ocasiones que se ha acostado sin comer, la fe del Padre Tomás nunca ha quebrantado: “mi confianza está en la Providencia, lo demás son pendejaces”. El sacerdote de 57 años, que no recibe salario de su parroquia, es firme creyente de que “el Señor te devuelve siete por uno”.

Para no crear confusión, el Padre Tomás aclara su previa declaración: “el que se meta a cura para hacer dinero que no pierda su tiempo”. El simpático sacerdote confiesa que en ocasiones se ha autointerrogado, “bueno, ¿qué coño hago yo aquí adentro?”.

El poseedor de entusiasmo juvenil, a pesar de las canas que reposan en su barba, identifica “la falta de esperanza”, como el más serio problema que enfrentamos en la actualidad. “No hay ilusión por vivir” afirma el Padre Tomás al enfatizar cómo la gente “acepta condiciones que pudieran mejorar” su vida espiritual y material.

Este domingo, a las 5 p.m., en la Iglesia Holy Cross, del 329 de la calle 42 de Manhattan, el hombre que acepta que no es “un cura muy normal”, sumará una misa a las más de 9 mil que ha celebrado desde su ordenación aquel 8 de diciembre del 1979, porque, “mi vida ha sido tirar semillas avanzando la luz para los que me seguirán”.