Orígenes del Diezmo
Entonces Melquisedec, rey de Salem, quien era sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino y bendijo a Abram... y Abram le dio a El el diezmo de todo". (Génesis 14:18-20 R.V.A.).
Cuando el profeta Abram (después conocido como Abraham) viajaba de regreso a su hogar con los tesoros conquistados en una batalla con un rey vecino, se encontró con un alto sacerdote de la orden de Dios. Este sacerdote era Melquisedec, y fue en este tiempo que su sacerdocio se estableció en el planeta.
Tan pronto como Abraham vio a Melquisedec, la sabiduría de su corazón supo que estaba viendo a alguien que venía en nombre de Dios. Abraham supo intuitivamente que debía devolver 10 por ciento de todo lo que tenía en el mundo al representante de Dios, y así fue como la práctica del diezmo nació.
Cuando a Abraham se le bendijo y dio a Melquisedec un décimo de todo, se estableció un convenio espiritual para nuestra era, mediante el cual la humanidad debe regresar la décima parte de sus ganancias (lo que una persona recibe y que le pertenece) a Dios.
Por supuesto que Dios siempre está cumpliendo su parte de todas maneras, de modo que la pregunta es ¿estamos cumpliendo con nuestra parte del convenio?
A veces, la gente se resiste a este proceso de pagar el diezmo. Esto es interesante ya que en primer lugar, no te pertenece: sólo lo estás devolviendo a su legítimo dueño, Dios. Históricamente la gente ha tendido a creer en lo material como causa de su éxito. Y en vez de confiar en Dios, confían en el dinero o a las riquezas, así que retienen el diezmo de modo que puedan sentir que poseen más éxito.
Esto les ocurrió a los antiguos hebreos, quienes en vez de complacerse en el Señor, a veces se entregaban a sus propios placeres y dejaban de dar el diezmo. No pasó mucho tiempo antes que las cosas empeoraran. Cuando ellos preguntaban por qué, la respuesta fue siempre que habían renunciado al Señor y que habían roto el convenio con Dios. Luego, el pueblo restablecía el convenio dando el diezmo y comenzó a florecer nuevamente; y no h ubo más guerras.
En Malaquías se cuestiona: "¿Robará el hombre a Dios? ¡Pues vosotros me habéis robado...en los diezmos y las ofrendas!" (Malaquías 3:8 R.V.A.) La pregunta es: ¿Se le puede robar a Dios? No, pero el convenio puede romperse y eso es robarle a Dios. Más adelante en el mismo capítulo dice: "Traed todo el diezmo al tesoro y haya alimento en mi casa. Probadme en esto, ha dicho el Señor Todopoderoso, si no os abriré las ventanas de los cielos y vaciaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde". (Malaquías 3:10 R.V.A.)
En los tiempos bíblicos, la gente que daba el diezmo a menudo recibía cien veces más de lo que había dado, y una vez que lo recibían daban un 10 por ciento del mismo.