¿QUIEN MATÓ AL PRESIDENTE?”
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Padre Tomás Del Valle-Reyes
Noviembre 24, 2013
Se acaban de cumplir los 50 años del asesinato del presidente John F Kennedy.
Aún no sabemos a ciencia cierta quién lo mató.
Cabría repetir aquellos versos que inmortalizara Lope de Vega: “¿Quién mató al
Comendador? Fuenteovejuna, Señor”.
El joven presidente le había dado una esperanza nueva al mundo y a la sociedad norteamericana.
Las dos décadas anteriores a la asunción de su presidencia habían estado marcadas por la sangre, el sudor,
las lágrimas.
La Segunda Guerra, Corea, los comienzos de la revolución cubana,Viet Nam,
los movimientos independentistas en África, la situación en Rusia, cerca de media Europa bajo el totalitarismo
soviético, Alemania dividida,con Berlín amurallado y enfangado en
sangre, no eran precisamente motivos para grandes esperanzas.
El mundo entraba en una nueva era necesitada de un líder que fuera capaz de brindar ilusiones para seguir
viviendo.
De animar a la construcción de un mundo mejor del recibido.
Surgió uno, un descendiente de emigrantes irlandeses, héroe de guerra, ilusionado e ilusionante, que fue capaz
de enfrentarse a la desolación y depresión de su pueblo.
Brindó esperanzas y sueños para que su nación y, con ella, el mundo libre, pudiera construir una convivencia
mejor.
Retó a sus compatriotas a no esperar que el país trabajara por ellos, sino a que todos aportaran sus energías
para que la libertad, la justicia, el desarrollo no fueran palabras vanas.
Tuvo sus luces y sus sombras.
Su vida privada fue un misterio a voces.
Sus errores de visión ante la naciente revolución cubana, la permisividad hacia los dictadores
latinoamericanos, llevaron gran dolor a la comunidad latinoamericana.
Manejó con gran destreza la amenaza nuclear más seria que ha vivido la Humanidad, la crisis de los cohetes
rusos en territorio a menos de cien millas de las costas norteamericanas.
Retó a su pueblo a llegar a la Luna. Fue el que sembró las ilusiones para que los jóvenes gritaran por las
calles de Paris que, para ser consecuentes, había que pedir lo imposible.
Hace cincuenta años, no sabemos aún por qué ni quien, le volaron el cerebro de un balazo.
Se han escrito cerca de 2 mil libros sobre ese magnicio para contarnos
una historia que casi nadie cree.
Después de su asesinato el pueblo norteamericano se enfangó en Viet
Nam hasta perder 115 mil jóvenes en dicha guerra, de los cuales 58
mil se suicidaron.
Su propio hermano cayó víctima de balas asesinas pocos años después, lo mismo que el
reverendo Martin Luther King.
Fueron soñadores para un pueblo que, quizás, prefirió seguir la rutina de siempre.
Sigo creyendo que, en su muerte, todos tuvimos parte.
Fuimos Fuenteovejuna, todos a una.
Era muy audaz la invitación a salir de la tristeza, del egoísmo, del racismo, de lo que siempre se había hecho y era lo correcto.
Se dice que la muerte de Kennedy cambió la historia norteamericana. No lo sé.
Hasta incluso puede que sea posible.
Lo que sí ha hecho ha sido llevar a preguntarnos, cincuenta años después, si, ante los retos que nos
enfrentamos actualmente, hay líderes capaces de ilusionarnos.
Los viejos fantasmas de la guerra, el hambre, la discriminación, la injusticia,
tienen nuevos nombres y rostros: fanatismos religiosos, emigrantes explotados, medio ambiente
contaminado, explotación y discriminación de los más débiles.
Creo que ese líder debe existir. Pero ¿dónde está y dónde lo buscamos?.
Viaje con El Padre Tomas del Valle
a China, Tierra Santa, Monte Sinaí y Jordania. Portugal, Fatima, Roma Asis y Praga en el 2013
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