Padre Tomás Del Valle-Reyes

LA LO QUE SANDY NO SE LLEVÓ



Padre Tomás Del Valle-Reyes

04 de Noviembre, 2012


Todo fenómeno natural de cierta envergadura suele sacar a flote lo mejor y peor del ser humano. El huracán Sandy, nos dejó desbaratos y descompuestos.
Entró como un león y salió como un ratón. Lo malo no fue Sandy. Lo malo fue la secuela que nos fue dejando.
Y esa ha sido de destrucción, sudor y lágrimas. Y todo por olvidadizos. El hombre moderno se ha olvidado que la naturaleza hay que respetarla.
Entre Descartes y Kant nos lavaron el cerebro. Empezaron diciéndonos que ya que pensábamos, era señal de que existíamos, con lo cual pasábamos a un individualismo, a un aislarnos de la naturaleza, de las cosas, de la comunidad, de todo.
Fue el gran descubrimiento del ser humano egoísta y centro del mundo. Ya la naturaleza no importaba. Años después un filósofo español llegaría a afirmar “Primero yo, luego nadie, a continuación lo demás” Es el “Me, Myself and I” Con todo eso, luego pasa lo que pasa y nos extrañamos. Pues pasa que el calentamiento global está provocando una mayor intensidad y abundancia de huracanes.
Está llevando a unos inviernos más fríos, unas sequias mas extensas, unas inundaciones salvajes, a la contaminación
y destrucción del medio ambiente.
Pero que no cunda el pánico. Sandy trajo cosas positivas. Ha sacado de los habitantes de las zonas que ha visitado lo mejor y peor del ser humano. Nos ha mostrado que sí, que es cierto aquello de que Dios perdona siempre, el hombre de vez en cuando pero la Naturaleza NUNCA perdona. Nos ha dado una lección de respeto. Pero también nos ha hecho ver que, ante las desgracias de este tipo, nos olvidamos si somos republicanos o demócratas, blancos o afroamericanos, ricos o vivimos del welfare, legales o con papeles, trabajadores de Wall Street o simple deliverys o camareros. Somos seres humanos que nos hemos sentido afectados por una manifestación de las fuerzas de la naturaleza que ha querido arrasarnos y destruirnos.  Pero simplemente no ha podido con nosotros.
Hemos visto al judío devoto dando la mano al musulmán que se le anegó la casa de agua. Al hispano haciendo ración extra de asopao, tamales y termos de café para compartir con el vecino irlandés que vive frente de su casa y que se quedó sin luz y agua.
Al del Village que lleva sin electricidad ni se sabe los días, yendo a dormir en un matre inflado en el apartamento del amigo en el Alto Manhattan, donde se libraron de lo peor, y les sobra agua, luz y, sobre todo, cariño.
Al dueño de vehículo que, generosamente, llevaba al desconocido hasta su trabajo o hasta su casa. También hemos visto al pillo, al tramposo, al aprovechado que cobraba doble por la gasolina, el galón de agua, la tacita de café o lo que fuera necesario. De esos abundan en estas circunstancias.
Sandy no se ha llevado las ganas de luchar, vivir, seguir hacia adelante que caracterizan al ciudadano de Nueva York. Aquí vivimos y aquí nos quedamos. Dicen que cuando uno se cae en las calles de NY nunca se va de la ciudad. Sandy nos tumbó. Eso significa que no nos vamos. Septiembre 11 no pudo con nosotros. Nos hirió de muerte, pero nos levantamos. Sandy no va a impedir que salga de nuevo el sol para nosotros.



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