VOLVIENDO A CUBA
Padre Tomás Del Valle-Reyes
26 de Marzo, 2012
desde la Habana
He vuelto a Cuba después de catorce años.
En aquella ocasión, mi primera y única visita, todo eran recelos miedos,
cosas por hacer, ilusiones y desesperanzas.
Los rostros estaban marcados por la tristeza y pocas ganas había de fiestas.
La situación económica no permitía demasiadas alegrías. En las calles abundaban viejos automóviles con
no menos de 40 a 50 años de uso. El aburrido empleado que nos atendió en el aeropuerto parecía un clon
de tantos oficiales como vemos en nuestros aeropuertos. Dependiendo de cómo haya descansado así atendía.
Se esperaba a un líder religioso del cual se sabía
poco
.
Que era polaco, que agitaba multitudes, que se decía le había hecho la vida difícil a
las autoridades comunistas polacas. Veníamos más de 300 personas en aquel vuelo directo desde NY.
Muchos venían para acompañar y recibir al Papa. Otros no pretendían otra cosa que hacer turismo con excusa
religiosa. No eran los menos quienes volvían a la patria de la cual salieron hacía muchos, demasiados años.
No faltó el que venía a ver la casa que dejó, las propiedades que quedaron atrás, el mundo que quedó atrás.
La amargura estaba presente en sus
rostros.
Cuando el sábado 24 de marzo volví a aterrizar en el
aeropuerto de La Habana era otro mundo. La limpieza y amplitud se veían y notaban.
No creo fuera porque en los próximos días entrarán muchos visitantes. Se nota y siente que es algo
rutinario.
Sencillos y simples trámites aduanales y
emigratorios. Los autobuses que esperaban para trasladar al grupo del que
formo parte eran modernos, casi nuevos, con excelentes guías y
choferes bilingües.
No hay el derroche de luz que vemos se desperdicia en muchos de
nuestros aeropuertos y carreteras. En un semisilencio llegamos a la zona de La Habana donde nos estamos
hospedando. La misma ciudad, el mismo mar, las mismas calles, los mismos habitantes,
distintas personas.
La experiencia me lleva a reconocer que todo ser humano que ha dejado su tierra, su vida,
su corazón allí donde nació corre dos riesgos.
Uno de que tanto mirar hacia atrás corra el mismo peligro de la mujer
de Lot, de convertirse en estatua de sal. Los cubanos que viven en Cuba me ha
dado la impresión por el poco tiempo que llevo entre ellos que ése no es su
complejo.
No miran para atrás.
Se lamentan quizás sus penurias pero ni pierden el sentido del humor ni la ilusión de echar
hacia adelante.
La vida es corta y hay que vivirla.
Los que por diversas razones dejamos nuestra casa paterna, nuestra patria –la
palabra Patria viene del latín, Pater, padre- después de un prolongado tiempo
llevamos en el corazón y en la cabeza un país que no existe, una fantasía. Salimos de la casa paterna,
de la tierra que nos vio nacer, crecer, amar y emprendimos un nuevo camino lejos. Se paralizaron
nuestros recuerdos, nuestros sentimientos, nuestra vida.
Y eso, creo, le está pasando a muchos cubanos
honestos, sinceros, que están volviendo a Cuba, Su país, el que llevan en su corazón y su cerebro ya
no existe.
Ahora hay un pueblo joven, que ve muchas cosas como parte de
su historia pero mira hacia adelante. Para muchos de ellos, los creyentes, el Papa viene a
alentarles y apoyarles en la fe y en la construcción de un mundo mejor del recibido de sus mayores.
Viene a apoyar la esperanza de un pueblo. Nada más Y nada menos.