Discurso de S.E.R. Cardenal Jaime Ortega.
Padre Tomás Del Valle-Reyes
24 de Abril, 2012
(Nuestro Agradecimiento a la Oficina del Cardenal por
proveernos este discurso)
Conferencia pronunciada por
S.E.R. Cardenal Jaime Ortega Alamino, Arzobispo de La Habana.
Conferencia de Harvard,
Queridos amigos:
Hay algunas premisas a tener en cuenta cuando se intenta descubrir la actuación de la Iglesia Católica en
un país o región durante tal o cual período de la historia de ese lugar.
Lo primero es conocer la naturaleza de la Iglesia, su esencia, después su forma de proyectarse y actuar a
través de 2000 años de historia, teniendo en cuenta épocas y culturas, la evolución de la humanidad en el
transcurso del tiempo, el contexto y la óptica del analista, si mira la realidad de la Iglesia como un extraño
a ella o un conocedor, si lo hace a partir de su propia fe cristiana, o siendo agnóstico, ateo, budista,
musulmán, etc. y según la cultura donde está insertado el observador.
La extrañeza o la distancia no son condiciones necesarias para la objetividad. No es más objetivo quien
es más distante del fenómeno observado. En muchos casos la objetividad necesita de la inmersión en el fenómeno,
incluso si entran en juego factores emotivos o afectivos.
Este preámbulo sitúa desde el inicio mi exposición. Hablo desde la Iglesia, como un cercano
colaborador del Santo Padre Benedicto XVI por mi condición de
Cardenal. Amo a la Iglesia con todo mi corazón. Sufro sus miserias, me
duele cuando la atacan, incluso si soy atacado en mi persona me duele por la Iglesia, no en primer
lugar por mí.
A mi pertenencia no sólo estructural, sino íntimamente cordial a la
Iglesia, se une mi condición de cubano que vive en
Cuba, que todo su ministerio sacerdotal y episcopal lo ha desarrollado en
ese país durante 48 años, cabalgando entre el siglo XX y el XXI, en el período de más de
cincuenta años de esta historia que ha hecho de nuestro país un caso singular en este mundo.
Un país que quiero con el alma.
Estudié fuera de Cuba, pero nunca deseé vivir fuera de Cuba. Cuando a los dos años
de ser sacerdote, fui llamado a campos de trabajo donde pasé ocho meses, no soñé en ese tiempo con irme de Cuba.
Cuando me dieron de baja y llegué a mi casa, mi padre me esperaba con un viaje a España que él había conseguido
para que fuera a vivir allí. Todo el que salía de aquellos campos tenía facilidades del gobierno para
abandonar el país. Le dije a mi padre que no me iría, se entristeció porque estaba preocupado por mí
y mi futuro.
Pero yo no quería irme de Cuba. Cuba para mí es mi patria, tan mía que la siento en los olores
del ambiente, en los cielos amenazantes de un huracán, en las tardes dulces de su falso invierno, en el
hablar de su gente, en su música. Tanto es así, que a veces temo participar de esa arrogancia del
cubano de todas partes, del de Cuba y del de fuera de Cuba de creernos los mejores.
Quizás este rasgo negativo sea el que más nos une a los cubanos de aquí y de allá.
Todo esto para decirles que quien les va a hablar de la Iglesia en Cuba es un obispo cubano.
No podemos entrar en la historia muy compleja de la Iglesia en Cuba, desde los tiempos coloniales hasta
nuestros días. Fijar nuestra atención en los 53 años del período revolucionario que se inició en
1959 hasta hoy, es ya una simplificación indebida y más indebida aún será la metodología de analizar
en este período algunas subdivisiones del tiempo y las características de la acción de la Iglesia en cada
una de esas etapas. Pero será el único modo de ser breve.
Estas son las etapas iniciales que me apresto a delinear:
Primera:
Una fácil aceptación del triunfo revolucionario por encontrar en él valores cristianos.
Esto por parte de jerarquía y pueblo en general.
Rápidamente después (al año del triunfo), comienza un tiempo de inquietud por la aparición
en cargos importantes del gobierno de miembros del viejo partido comunista de Cuba y de fuerte
confrontación:
presencia de sacerdotes en la invasión de Bahía de Cochinos, expulsión de sacerdotes,
cierre de las escuelas católicas, partida de muchas religiosas y religiosos que abandonaron sus
obras ante el temor de lo que pudiera suceder o que perdieron sus obras, ataques a las iglesias por parte
de grupos exaltados, etc.
Este momento, con su impacto negativo en los fieles católicos, marcó la memoria de un sinnúmero de
personas mayores que residen ahora en Cuba o que viven fuera del país. Esta huella es difícil
de ser borrada, sobre todo para quienes emigraron y no vivieron la evolución posterior.
Actitud de los obispos en este primer momento: expresar su queja y su dolor y pedir a los cristianos
firmeza en la fe y lealtad a la Iglesia.
La Iglesia, como organización quedó muy disminuida y sin medios para comunicar con el pueblo y con los fieles.
Comenzó la emigración en gran escala de laicos católicos de sólida formación.
Segunda etapa:
Terminada aquella primera confrontación clamorosa la comunidad cristiana vivió como una iglesia del silencio,
con su memoria poblada de malos recuerdos y viendo las huellas del distanciamiento, y aún del desprecio,
en muchos hermanos del pueblo cubano. No podemos olvidar que la Revolución tenía un amplio respaldo
popular.
La actitud de la Iglesia en esta etapa fue la paciencia, la perseverancia y la prudencia.
Durante esta etapa que se extiende desde 1962 en adelante hubo momentos de recrudecimiento de
la confrontación. El año 1966 fue ocupado el Seminario Nacional de La Habana.
Un sacerdote fue enviado a la cárcel, donde pasó 10
años, se crearon campos de trabajo, a los cuales fueron llevados los hombres jóvenes de la Iglesia
Católica y de otras iglesias y comunidades cristianas, incluyendo sacerdotes y ministros de
culto de esas iglesias; se suspendieron los permisos de entrada de sacerdotes y religiosas a
Cuba, se exigió que sólo los padres podían llevar a sus niños a la catequesis.
Este segundo asalto dejó a la Iglesia más aislada, más atemorizada.
Era una Iglesia centrada en el culto, que predicaba a los cristianos jóvenes y adultos que
dieran testimonio de su fe con su vida.
Esta etapa que se extiende hasta los inicios de la década de los
80 se caracterizó por el testimonio admirable de los laicos: hombres y mujeres.
Durante estos años en América Latina surgen fuertes corrientes sociales, se mira con simpatía la revolución
cubana y dentro de la Iglesia en Latinoamérica surge un pensamiento radical para combatir las desigualdades
sociales.
Estos movimientos decían que la Iglesia en Cuba no estaba del lado de los pobres y tenían simpatías en
medios europeos.
De tal modo que un purpurado europeo declaró a la prensa
que “la Iglesia en Cuba no tenía más que lo que merecía, por no
haberse puesto al lado de los pobres”.
La Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín y más tarde la de Puebla no se ajustaban
a nuestra realidad.
La Iglesia en Cuba se sintió totalmente aislada e incomprendida. En este período no fueron pocos los
laicos que optaron por permanecer en Cuba a causa de su fe católica. No agradeceremos nunca
suficientemente este testimonio laical, pues se dio en condiciones de estrechez material,
de pobreza extrema, de discriminación en los trabajos y en los estudios, sobre todo universitarios.
Hay que subrayar que este testimonio logró impactar muchos ambientes laborales y estudiantiles y fue uno
de los principales factores para que la gente viera que la Iglesia no era dañina, que los miembros de
la Iglesia eran fiables, que la Iglesia hacía el bien, que ayudaba al prójimo en sus dificultades, que
los escuchaba en sus angustias y problemas.
Tercera etapa:
Con estos laicos comienza en 1981 el proceso de la Reflexión eclesial cubana, que culminó con el
Encuentro Eclesial Cubano en 1986.
Estos cinco años de reflexión en cada comunidad, en cada
diócesis, con el Encuentro que los culminó, constituyeron una etapa decisiva en la historia de la Iglesia
en Cuba en todos los tiempos.
En el espacio de estos 53 años del período revolucionario,
la Iglesia considera el Encuentro Eclesial Cubano como un hito decisivo que divide esta etapa en antes
y después de ese encuentro.
Cuarta etapa:
Se inicia así un período que va, con sus altas y bajas, pero lentamente en ritmo ascendente, desde
1986 hasta nuestros días. He aquí las líneas de acción de la Iglesia en Cuba surgidas del
Encuentro Eclesial Cubano:
la Iglesia reunida en una gran Asamblea, integrada por la Conferencia
Episcopal en pleno, sacerdotes, religiosas y sobre todo laicos de todas las diócesis de Cuba,
reflexionó sobre la Iglesia en la Historia de Cuba, su papel en el surgimiento de la nacionalidad cubana,
los prohombres católicos, sacerdotes y laicos del siglo XIX, la Iglesia en la República, su resurgimiento
después de las guerras de Independencia, y la Iglesia del período revolucionario,
la Iglesia en relación con la fe popular, con la cultura, etc.
De una Iglesia temerosa, replegada sobre sí misma, centrada sólo en el culto, la propuesta del ENEC
fue la de una Iglesia misionera, que debía salir a anunciar a Jesucristo, una Iglesia acogedora de
quienes llegan, sean que se sienten identificados con el sistema político cubano o no.
Una Iglesia que ora, pero encarnada aquí, es decir que sabe que existe para nuestro pueblo y vive en
nuestro pueblo y no se repliega. La actitud propia de esta época es el diálogo. Debemos dialogar
entre creyentes y no creyentes, entre la Iglesia y las autoridades, entre los católicos de Cuba
y los que viven en el extranjero, etc. Este encuentro y la acción pastoral que propició hicieron posible
la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba.
Con sus altas y bajas esta etapa de la vida de la Iglesia cambió su perspectiva y tiene justamente
su punto culminante de apertura y de diálogo con la visita del Papa Juan Pablo II a nuestro
país. Fue este un momento saliente y único de nuestra historia eclesial.
La Iglesia en Cuba, en esa visita, se dio a conocer al mundo, apareció en los medios nacionales de
comunicación:
prensa, radio y televisión. Los mismos cubanos captaron que había en Cuba una Iglesia
viva y dinámica.
Vino después la celebración de la Navidad como día de fiesta civil,
comenzaron las visitas de sacerdotes, diáconos y religiosas a las cárceles, se conceden
con facilidad los permisos para que sacerdotes y religiosas extranjeros vengan a trabajar en
Cuba, para que los seminaristas o sacerdotes cubanos vayan a estudiar a Roma, España
u otros países.
Las publicaciones católicas tienen una buena difusión y aceptación por católicos y no
católicos, se hace más fluido el diálogo entre la Iglesia y las autoridades, se extienden las manifestaciones
públicas de la fe católica, etc.
Una mención especial merecen las obras sociales.
Hace 20 años fue
creada Cáritas Cubana que comenzó a dar sus primeros pasos lentamente, pero que rápidamente
ha ido alcanzando un desarrollo en obras y en efectividad con ayuda de Cáritas de Alemania, de España,
Catholic Relief Service de Estados Unidos, la Conferencia Episcopal Italiana, la Orden de Malta y otros como
la Arquidiócesis de Boston.
Cáritas tiene un amplio programa para atención a la tercera edad,
con comedores en parroquias o en centros diversos y un personal muy bien preparado que lo atiende y forman
parte de un voluntariado de más de mil integrantes que lo apoyan. Hay también programas
para personas con Síndrome de Down, autistas, portadores de VIH y otros, siempre con
la ayuda de un voluntariado en cada campo. También hay guarderías para niños de
familias irregulares de 1-5 años que son atendidos por Cáritas. En caso de catástrofe la labor asistencial
de Cáritas se activa rápidamente y el trabajo de un voluntariado ampliado ha permitido que las ayudas se
distribuyan en breve tiempo, tanto las que llegan del exterior como las que la Iglesia en Cuba aporta.
Esta acción social de la Iglesia es muy conocida y apreciada por el pueblo.
En el futuro inmediato en nuestro país se proyectan concretamente cambios fundamentales en la organización
económica del Estado. Esto nos implica a todos, y la buena marcha de estas transformaciones no
depende solamente de las autoridades nacionales, provinciales o municipales en sus decisiones, sino de la
comprensión adecuada, por parte del pueblo, de las medidas que comienzan a tomarse, y de nuestra
capacidad crítica para expresar claramente nuestras divergencias o señalar cuanto nos parezca que debe
ser modificado.
Esa es una de las importantes responsabilidades que los gobernados deben asumir ante Dios.
La Iglesia tiene también una alta responsabilidad en estos esfuerzos, incluyendo la oración por la buena
marcha de este proceso y el acompañamiento del pueblo durante el mismo.
En consonancia con este momento, en el Centro Cultural que se ha inaugurado en el histórico edificio
que albergó el Seminario San Carlos de La Habana, fiel a su historia, estudian hombres y mujeres
laicos que se preparan en materias diversas: filosofía, teología, historia, etc.
También se desarrolla una maestría en ciencia económica y administrativa que presta apoyo a los esfuerzos
por actualizar el sistema económico de Cuba.
Hay centros con programas similares de los dominicos y de los jesuitas.
Este último ayudando a los que ya trabajan por cuenta propia a gestionar sus negocios de modo conveniente.
La Iglesia en Cuba, en su acción pastoral, se propuso que un trienio preparatorio antecediera la celebración en
el año 2012, de los 400 años del hallazgo y presencia de la Virgen de la Caridad en la historia y en la vida
del pueblo cubano.
Como parte de este programa, desde mediados del año 2010, comenzó esta preparación con el recorrido misionero
de una bendita imagen muy venerada de la Virgen de la Caridad por todas las ciudades, pueblos, caseríos y
nuevos asentamientos humanos del país. Esta peregrinación culminó en la ciudad de La Habana el 30
de diciembre de 2011.
Ha sido realmente conmovedor contemplar las imágenes de la acogida multitudinaria a la Virgen de la Caridad,
tanto en ciudades, como en poblados y cruces de caminos en todas las provincias de Cuba, en hospitales,
cárceles, escuelas, en la Universidad de La Habana.
Además del número extraordinario de personas, es la calidad espiritual de la acogida lo que nos impresiona,
pues incluye a diferentes grupos humanos sin distinción de práctica religiosa o de militancia política.
Hemos verificado así una parte importante del lema que preside este tiempo preparatorio:
“La Caridad nos une”. Pueden calcularse en millones de cubanos los que participaron en
esta peregrinación.
Hace ya dos años se hizo realidad el sueño de terminar la construcción de un nuevo seminario nacional en
La Habana, donde se preparan al sacerdocio jóvenes de toda Cuba. Damos gracias a Dios que ha bendecido
grandemente esta obra. Para su construcción ha sido inestimable el apoyo económico de Knights of Columbus.
Hace también dos años, en el mes de abril, habiendo solicitado
a Conferencia de obispos de Cuba a las más altas autoridades del país un
diálogo, ante todo sobre la situación de los 53 prisioneros del año 2003 que aún estaban en prisión, fue
acogida nuestra gestión humanitaria de modo positivo.
La Iglesia en Cuba se había interesado siempre por estos prisioneros y por otros de condiciones parecidas,
pero el hecho novedoso y positivo fue que en esta ocasión recibimos una respuesta concreta a nuestros
reclamos y el gobierno pidió la mediación de la Iglesia Católica con
los familiares de esos presos. Comenzó así un proceso de mejoramiento de las
condiciones de estos reclusos, que incluyó finalmente la excarcelación de ellos para viajar a España con
sus familias o permanecer en Cuba.
Del grupo de los 53 calificados como presos de conciencia 12 quedaron
en Cuba, uno viajó después a Estados Unidos y el resto a España. Después se amplió este número hasta completar
más de 120 presos con sus familiares que fueron también a España.
Ha tenido y tiene, pues, la Iglesia en Cuba una participación pública en la dimensión
humanitaria y servicial de su acción pastoral que no había tenido en muchos años.
Esto, como las expresiones públicas y comunitarias de fe y devoción religiosa, como la difusión de las
publicaciones católicas, constituye un modo muy positivo de afianzar la libertad religiosa, que se ha visto
ampliada progresivamente en estos últimos años en nuestro país. Y que es algo más que la libertad de culto.
El Papa Benedicto XVI se refirió en su homilía de la Plaza de la Revolución en La Habana a los pasos que se
han dado en Cuba con respecto a la libertad religiosa, augurando que se extiendan siempre más sus posibilidades.
A ese respecto se refirió tanto a la participación de la Iglesia en el campo de la educación como a
la de los cristianos en la construcción de la sociedad.
El Papa pidió –al momento de partir–
que nadie se sienta impedido de tomar parte en ese apasionante deber “por limitaciones de las propias libertades fundamentales, ni se sienta exonerado de ello por negligencia o carencia de medios materiales”.
El Papa invitaba así a todos los cubanos a participar en la construcción
de “una sociedad de amplios horizontes,
renovada y reconciliada”, superando cualquier dificultad o traba en este empeño.
Deseó que la luz del Señor, que ha brillado con fulgor en los días de su presencia entre nosotros, no
se apague y ayude a todos a reforzar la concordia y a “hacer fructificar lo mejor del alma cubana, sus valores más nobles sobre los cuales es posible fundar una sociedad renovada y reconciliada”.
Precisó el Santo Padre que la situación que vive Cuba “resulta agravada
por las medidas económicas restrictivas impuestas desde el exterior del país, que pesan negativamente
sobre la población”.
En resumen, el Papa hizo un llamado a dejar tanto en lo nacional como en lo
internacional “posturas inamovibles y puntos de vista
unilaterales” proponiendo no detenerse en el camino del diálogo paciente y sincero
que genera esperanza.
En sus primeras palabras sobre Cuba en el avión que lo conducía a América, el Papa se refirió a los
cambios de modelo socioeconómico necesarios en Cuba y dijo que debemos apoyar los cristianos esas
búsquedas
“de modo paciente y constructivo, evitando los
traumas”.
Es acertada su advertencia, porque todo salto brusco o violento produce traumas sociales que dejan
huellas negativas en los pueblos.
El Santo Padre, fiel a su programa fundamental como Sucesor de Pedro, el que El presentó a los
cardenales reunidos para el cónclave cuando explicaba que escogió el nombre de Benedicto, porque el último
antecesor suyo con este nombre fue un Pontífice conciliador, ha venido a Cuba haciendo realmente honor
al proyecto conciliador de su Pontificado, y esto sin callar la verdad, con claridad y a la altura programática
de su augusto ministerio.
Sentimos ya cómo la huella de su paso ha marcado al pueblo cubano impresionado gratamente por la mansedumbre y
la bondad reflejadas en las palabras y gestos del Papa Benedicto XVI, que constituyen una especial
bendición para toda la nación cubana y para cada uno de nosotros.
Esta visita del Santo Padre en el Año Jubilar Mariano de Cuba nos anima y fortalece en la celebración del
año de la Fe que nos propone con tanto interés el Sucesor de Pedro a la Iglesia Universal.
Será una especial ocasión para profundizar en esa fe que hemos constatado viva en el corazón de nuestros
hermanos cubanos.
Queda, pues, un profundo sentimiento de gratitud y de esperanza en nuestra Iglesia en Cuba y en todo nuestro
pueblo por la visita del Papa Benedicto XVI y un recuerdo emocionado de su presencia entre nosotros.
Su visita abre una puerta a la esperanza para la Iglesia en Cuba.
Viaje con El Padre Tomas del Valle a China, Tierra Santa, Monte Sinaí y Jordania. Para mayor información, Visite nuestra pagina de Internet www.descubriendoelsiglo21.com 330 West 38 Street Suite 503, New York, NY 10018 Tel-212-244-47778 Office Cel-917-499-9715 radiosigloxxi@aol.com