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LA PRIMAVERA EN EL MUNDO ARABE
Padre Tomás Del Valle-Reyes
27 de Marzo, 2011
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Europa no se ha terminado de reponer de la resaca que supuso
la caída del Muro de Berlín en
1989 y el desmoronamiento del bloque
soviético.
Fueron 72
años de sangre sudor y lágrimas. Fue el otoño del 89.
Y fue también el año en que impulsó el sueño dorado de una Europa unida, fuerte, ante Estados Unidos y ante incipiente poder chino.
El mundo está asistiendo ahora a la caída de otro muro, el de las autocracias árabes,
que se tambalea arrastrando a muchos de sus líderes y modelos tanto políticos como económicos.
Todo comenzó la mañana del 17 de
diciembre de 2010, en Sidi Bouzid, una pequeña localidad del
centro de Túnez. Mohamed Bouazizi
montaba en la plaza del pueblo su puesto de venta de verduras cuando la policía
le exigió dinero para poder seguir vendiendo.
Ante la negativa, fue abofeteado y agredido.
Desesperado, frustrado y sin horizontes, se
inmoló quemándose vivo ante una multitud atónita. La llama que le
causó la muerte fue también la que encendió
la revuelta árabe de 2011.
La situación que se está viviendo en el mundo
árabe está siendo comparada con la que se vivió en Europa en 1848 cuando
se desató la denominada primavera de los
pueblos, una oleada revolucionaria que unió en
un principio a burguesía, proletariado y campesinado en contra de las monarquías
absolutistas que las gobernaban. Los cambios políticos llevaron a una gran ola migratoria que
tendría su puerto final en Estados Unidos.
Se siente como si el mundo árabe estuviera derribando
su “Muro de
Berlín” a partir del cual se pudiera iniciar un viaje democrático en el que el
desafío más difícil será institucionalizar la relaciones entre el ejército,
fuerte en la mayoría de los países y los poderes
democráticos.
Se percibe un proceso difícil el que lleve al triunfo
de la democracia en unos países donde los poderes económicos, ligados muchas
veces a la milicia y a grandes empresas multinacionales quieren su ración de poder e
independencia.
Basta ver el caso egipcio, donde las
fuerzas militares gozan de enorme popularidad, pero también dirigen un
floreciente imperio económico que no ha dejado de expandirse. Es el que reparte el bacalao,
pero también el que se lo come. Son los militares los
actores más importantes a la hora de determinar los desenlaces de los procesos
de cambio, al menos en Egipto, el mayor de los países árabes.
Los Hermanos Musulmanes, la mayor organización política en Egipto
y fuente de inspiración de numerosos grupos de oposición en el mundo árabe e islámico,
han evolucionado desde posturas radicales hasta un centrismo, preparándose para ejercer
un papel futuro similar al de los partidos democratacristianos europeos.
Los desafíos son grandes para unas sociedades sumidas en la pobreza, los cuales han estado
gobernados por dirigentes corruptos apoyados por la comunidad internacional. Son muchos los
riesgos, pero también las posibilidades.
Las esperanzas y oportunidades son para Israel y Estados Unidos. El Estado Judío espera que las autoridades tanto egipcias como jordanas no rompan los acuerdos de paz y cooperación ya firmados y ejecutados muchos de ellos. La administración norteamericana tiene ante sí la gran oportunidad de diseñar una nueva política para el mundo árabe y musulmán. Túnez, Egipto y Libia, por el momento, nos están demostrando que nada va a ser igual de ahora en adelante.