REQUIEM POR TODOS NOSOTROS
Padre Tomás Del Valle-Reyes
31 de Julio, 2011
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La ciudad de Nueva York fue fundada por un grupo de
holandeses al servicio de una Compañía
comercial.
Gentes procedentes de muchos rincones de Europa se embarcaron a lo
largo de los siglos XVII y XVIII dispuestos a comenzar una vida nueva y
a respetarse mutuamente.
La pequeña
isla de Manhattan, comprada a unos nativos, fue el enclave
europeo más variopinto, libre y complejo que se dio en lo que hoy conocemos
como Estados Unidos. Holandeses, franceses, judíos, portugueses y un largo
etcétera conformaban la población.
Desde un primer momento se dio y vivió la mezcla cultural.
En las postrimerías del siglo XX y
comienzos del XXI se calcula que en la ciudad se hablan más
de ciento veinte idiomas.
Desde esta perspectiva multicultural es difícil entender a Anders
Behring Breivik, el carnicero de Oslo, asesino a sangre fría de casi un centenar de
personas, la mayoría adolescentes, quien concluida su acción pidió excusas.
Como también es difícil comprender a
Theodore J Kacynski, más conocido como “Unabomber” inspirador de Anders Behring,
el cual tuvo en jaque al FBI por años.
Completamos este trío de
incomprensibles con Timothy
J McVeigh, quien no tan solo asesinó
168 personas e hirió a 680, sino que
sembró la incertidumbre
y el odio como nunca antes se había visto en la sociedad norteamericana.
A estos habría que añadir los cerebros y
artífices de los atentados de septiembre 11 del
2001.
Todos ellos no han pretendido otra cosa que romper el modelo de sociedad en el cual estaban viviendo.
Son producto de un fundamentalismo político y religioso que quiere socavar las bases de la sociedad
globalizada, multicultural y universal que nació a partir de la Ilustración, la Revolución Francesa y
la Revolución Industrial.
El mundo nacido después de las dos grandes guerras mundiales del Siglo XX, los conflictos en las
dos Coreas y las guerras del sudeste asiático así como las guerras de liberación de muchas colonias
africanas y asiáticas le dieron una configuración a los mapas y a las sociedades como nunca antes se
había visto.
Se crearon varios mundos: Primer o y
Segundo, donde el confort, bienestar y riqueza son la norma
y nadie lo discute. Se vive bien y punto. Nació un Tercer Mundo,
donde la pobreza es la norma, el trabajo escasea la mayoría de las veces, las fuentes
de riqueza están en manos de los habitantes del Primer Mundo, donde la desnutrición, el dolor y la
miseria son habituales.
Y un Cuarto Mundo formado por los pobres, marginados,
emigrantes, despreciados que viven dentro del Primer Mundo.
Cuando los habitantes del Tercer Mundo
han empezado a moverse hacia el Primero, sonaron las voces de alarma de los fundamentalistas.
No quieren emigrantes entre ellos. Les manchan calles y
las llenas de gritos.
No desean a nadie de otro color de
piel.
Ellos son blancos, las otras razas son inferiores.
No quieren a nadie de otra religión que no sea la suya, que no es otra que un cristianismo
totalmente distorsionado y manipulado. Sólo se debe hablar un
idioma, el del egoísmo, el poder avasallador, la violencia, el odio, la discriminación.
Desde Manhattan, donde convivimos gentes venidas de todas partes, que hablamos cientos de idiomas,
rezamos y compartimos creencias, vemos con sorpresa y dolor cómo la intolerancia y el odio llevan a
la muerte.