PRIMAVERA EN DICIEMBRE
Padre Tomás Del Valle-Reyes
18 de Diciembre, 2011
En Siria se están dando unos enfrentamientos entre
gobierno y sociedad que encharcan de sangre sus tierras. Son los amargos frutos de la llamada Primavera Árabe. Pero esa Primavera tiene muchos inviernos encima.
Hace algo más de 2,200 años hubo otra Primavera en la zona
Todos los años la recordamos con un candelabro de nueve brazos.
La historia en el fondo es la misma: el ser humano ha sido creado
para vivir en libertad y, de una forma u otra, lucha por ello.
La libertad no hace felices a los hombres, les hace sencillamente hombres
(M. Azaña.)
La vieja primavera tuvo un dictador a quien derrotar, el griego
Antíoco IV.
Había prohibido que los habitantes de la zona, sirios y judíos practicaran su religión
y vivieran de acuerdo a sus costumbres. Decimos que no hay mal que dure cien años. Y el líder griego
no iba a ser la excepción.
Un inconforme, de la familia de los Macabeos, logró aglutinar junto a él a un grupo de
luchadores por la libertad.
Depusieron al tirano y regresaron a su patria, a sus costumbres, a su mundo, a recuperar
la libertad perdida.
Al volver a su tierra encontraron todo en ruinas, tanto materiales como morales y
espirituales.
Y restauraron su Templo. Y en su mundo religioso era, y sigue
siendo, importante la luz. Los siete días de la
semana se iluminan con una lámpara diaria.
Ese candelabro debe estar siempre encendido
porque es el símbolo de la vida, del Dios que ilumina. Pero para ello se necesita un aceite purificado,
consagrado.
En las ruinas de su Templo lograron encontrar aceite para
un solo día. Y eran ocho los días necesarios para la preparación del aceite santo.
No se asustaron por ello.
Encendieron la primera lámpara, se pusieron manos a la obra
y…." a Dios que reparta suerte" como afirman
los puertorriqueños. Y repartió suerte.
Y el milagro se hizo. Y lo que iba a durar tan solo un día duró ocho días.
Y todos los años se recuerda encendiendo las nueve lámparas, una por cada
día. Es Hannukah la Fiesta de la Dedicación y de la Luz.
La sociedad actual está viviendo en el momento de sus más profundas transformaciones.
No ve claro qué camino tomar. Crisis económicas. Crisis medioambientales.
Crisis de valores. Demasiados seres humanos están sufriendo hambre, degradación de su estado de vida,
violencia sin sentido. En el fondo no sabemos hacia dónde
vamos. Quizás porque no sabemos de dónde venimos
o donde hemos plantado nuestras raíces. Nos estamos muriendo de nada, como afirmara el poeta antillano.
Y es en estos momentos cuando la Fiesta y el recuerdo de Hanukah cobra actualidad.
Necesitamos la audacia de aquellos luchadores por la libertad que derrocaron la dictadura de Antíoco IV.
Necesitamos la confianza y delicadeza de los limpiadores del Templo que encontraron la vasija de aceite y
encendieron la lámpara del día soñando que el milagro se iba a dar.
Necesitamos razones para vivir, para amar,
para luchar. Para unos es la luz de Hanukah. Para otros es la de otro judío marginal que nació hace dos
mil años y cuyo ejemplo nos guía e ilumina y que, casualmente, este año para las mismas fechas
celebramos su nacimiento. Que la luz de la lámpara nos muestre el rostro de ese judío que nace entre
nosotros.