SE BUSCAN LÍDERES
Padre Tomás Del Valle-Reyes
28 de Agosto, 2011
Llegó un momento en la década de los 60 del pasado siglo en que la sociedad se
hartó de lo que estaba pasando.
Guerra Fría, independencias africanas, crisis de los misiles en Cuba, y un larguísimo etcétera llevaron a los jóvenes franceses a rebelarse. Su lema “seamos consecuentes, pidamos lo imposible” Y lograron cambiar el mundo. No solo fueron franceses. Un melenudo inglés, Tony Blair, junto con un inquieto estudiante de Arkansas, William J Clinton y un alemán que en sus ratos libres estudiaba, Schröder fueron algunos de esos líderes que participaron de los ideales franceses.
Todo aquello ocurrió hace
43 años. Toda una generación nació de un grito de inconformidad
ante una sociedad que no ofrecía perspectivas de libertad y esperanza.
La historia se ha vuelto a repetir. Todo empezó
en Argelia, continuó
en Egipto, pasando
por Yemen, ensangrentó Libia,
inundó las calles de Tel Aviv y destrozó calles, vidas y sueños en Londres.
Pero tanto en la década de los sesenta como hoy hubo otras formas de protesta y
cambio.
Entre 1958 y 1963 hubo un hombre
bueno Juan XXIII, quien fue capaz de entusiasmar sin necesidad de
gritos y violencia. Invitó a buscar lo que unía más que lo que
separaba.
Convocó a lo mejor de su gente, les pidió que ayudaran a buscar razones para vivir y existir.
Nos dejó el ejemplo de que los seres humanos, si queremos, podemos derribar muros y darnos la mano.
Aquellos de sus amigos y de su gente que se reunieron por espacio de tres años, terminaron dando
un mensaje a los jóvenes en que se les invitaba a construir un mundo mejor del que habían recibido de
sus mayores, siendo luz, celebrando su fe, escuchando la Palabra de su Dios, compartiendo alegrías y
esperanzas, penas y tristezas.
Hace unos días, un anciano profesor de salud frágil
pero de inteligencia clara y precisa, se ha reunido en Madrid con los hijos de esos
jóvenes que lucharon y gritaron en la década del sesenta.
Se habla de más de dos millones de
jóvenes cuya edad promedio es de 20 años. Madrid por unos días
fue una Babel de idiomas, un
Atenas de Cultura, un Jerusalén de oración, un Nueva York de gentes venidas de todos los
rincones del mundo.
Las Jornadas de la Juventud han demostrado que, efectivamente, existen las famosas
divisiones de que preguntaba Stalin en Yalta al finalizar la Segunda Guerra Mundial y
quería saber con cuánta milicia contaba la Iglesia.
Dos millones y muchos de jóvenes. Mil Obispos.
Cien Cardenales se juntaron en Madrid. Benedicto
XVI, el sabio y anciano profesor,
lanzó un reto a esos jóvenes, a los constructores de la sociedad del
siglo XXI, una sociedad que ha sido capaz de llegar a la Luna, pero que aún no conoce a su vecino.
Una sociedad que dispone de la tecnología suficiente para enlazar el mundo entero pero en ella
sus habitantes viven solos, deprimidos y aislados.
Una sociedad que gasta millones en planes de adelgazamiento pero permite que el hambre,
la miseria y la muerte aniden en muchos países, en muchos hogares, en muchos corazones.
Los muchachos de Juan XXIII intentaron construir un mundo mejor. Los de Benedicto XVI
aceptaron el mismo reto y se han puesto manos a la obra. Los retos son
grandes. ¿Dónde están los líderes que les conduzcan?