JPII SANTO SUBITO
Padre Tomás Del Valle-Reyes
24 de Abril, 2011
Hace 6 años se apagó la vida de Juan Pablo II. Ese día entró en la leyenda. La Iglesia tiene sus formas y maneras para recordarnos la vida de sus héroes para que sirvan de ejemplo a todos.
Se les declara santos y se muestran como modelo
del camino hacia Dios y del encuentro con el hermano.
Este proceso se lleva su tiempo.
El origen de las canonizaciones se remonta a
la apoteosis pagana, la deificación, a su muerte, de emperadores y otras destacadas personalidades.
Históricamente, todas las sociedades e instituciones honraron la memoria de
sus héroes, próceres o mártires.
Son varios los escritores eclesiásticos antiguos los que hablan del culto a
los mártires cristianos, a los que se debe honra y recuerdo.
Durante los tres primeros siglos,
fueron los obispos locales los responsables de dictaminar si un mártir había muerto
por su fe.
El obispo, de acuerdo con los obispos vecinos, declaraba
“vindicatum” ese mártir y permitía su culto.
Sólo a partir del siglo IV los “confesores”
fueron admitidos a la veneración pública de manera similar a los mártires.
Los “confesores” eran cristianos ejemplares
que no habían muerto en defensa o por causa de su fe.
A medida que el Cristianismo iba
expandiéndose e institucionalizándose, también fueron organizándose las canonizaciones.
Paulatinamente, la competencia para otorgar honor eclesiástico público pasó
del obispo local al primado o al patriarca de la región.
La respectiva veneración se
concedía sólo para el territorio de la jurisdicción eclesiástica
otorgante.
A lo largo de todo el primer milenio no faltaron abusos tanto entre fieles como
entre obispos. En el siglo XII la preponderancia
del obispo de Roma era ya un hecho.
Fue entonces cuando Roma pretendió restringir
la potestad del resto de los obispos en ese campo. Los candidatos a santos deberían ser
examinados en concilios generales. Así lo decretaron Urbano
II, Calixto II y Eugenio III.
La oficina del gobierno central de la Iglesia que se encarga de las beatificaciones,
que antiguamente se llamaba “elevación a los altares” lo
es la “Congregación para las Causas de los Santos” y fue
organizada en 1969 por Pablo VI, separándola de la Congregación de Ritos.
Hasta entonces , Culto y Santos estaban unidos ya que la proclamación de un santo
conlleva su culto público.
La investigación sobre la vida del futuro santo es larga y
tediosa. Comienza 5 años después del fallecimiento en la
diócesis donde murió y vivió la mayor parte de su vida.
Es el Proceso Diocesano.
Concluido el mismo se traslada a Roma donde se reinicia, comprueba y revisa toda
la información recopilada.
Abogados, médicos, teólogos, expertos en historia y ciencias,
miran con lupa y objetan todo. Al final, si aparece un milagro, se convoca un Consistorio Ordinario ante el Papa y se le presenta el caso rogándole la proclamación de la persona investigada como Beato y su inclusión en el catálogo de los santos. Con JPII se obvió el período de 5 años, pero todo lo demás ha sido igual.
El 1 de mayo la Iglesia proclamará que
el actor de teatro, trabajador en las minas, periodista, estudiante clandestino
durante la ocupación nazi, luchador por la libertad, trotamundos por el evangelio,
sucesor de Pedro, amigo de amigos y enemigos, animador de multitudes, puede ser venerado
como Beato.
Su vida entera, y una curación inexplicable, lo avalan. Todo fue súbito!.