QUE SOLOS SE QUEDAN LOS MUERTOS
Padre Tomás Del Valle-Reyes
13 de Septiembre, 2009
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Sigue siendo actual Jorge Manrique: "Recuerde el alma dormida" Hace ocho años el mundo, esa aldea grande donde todos vivimos, por poco se nos vino abajo. Unos fanáticos, al menos as nos dijeron, en nombre de un Dios y de una Religión de Paz, nos metieron la guerra, el odio y la destrucción en la casa, en el cuerpo, en el corazón y, lo que es peor, en el alma.
Pasamos de la sorpresa al rencor. Nos sorprendió tanta barbarie
y tanto odio. Nos tumbaron las Torres del Dinero y nos destruyeron el Castillo de las Armas. Nos vimos desprotegidos, solos, abandonados.
Y, estrujándonos el corazón, removimos los escombros para empezar de nuevo.
Ya han pasado ocho años de aquella tragedia.
Hace tiempo se disiparon el humo, el polvo y, casi, el recuerdo de las víctimas. Con la distancia que dan los años podemos pensar quizás un poco más serenamente. Aquellos atentados fatídicos ocurrieron en el noveno mes del nuevo milenio. En el noveno mes del año 2001.
Parece como si la Humanidad hubiera estado preñada y hubiera dado
a luz. Cuando una mujer pare, la criatura sale llorando,
rasgando, embadurnada en sangre y todo es dolor y lágrimas para la madre y para el bebé.
Desde el momento que ocurre un nuevo nacimiento se le cambia la vida por completo a la familia.
Pues pensemos
que el 11 de septiembre del 2001 fue el día del nacimiento del
siglo XXI.
El siglo XX lo llenamos de guerras, odios, destrucciones, divisiones, holocaustos, dictaduras, totalitarismos.
Y el Siglo XXI nació destruyendo los símbolos del poder económico, del poder militar,
de las seguridades, de las cosas materiales, de todo aquello que caracterizó el siglo XX.
El 11 de Septiembre de 2001 se nos cambió la vida a todos.
A lo largo de los últimos ocho años lo que ha producido
siglo XXI han sido tres guerras (Irak, Afganistán, Terrorismo) represi&oactue;n, violencia, odio al
emigrante, pérdida de ilusiones y sueños. Hemos continuando destruyendo el
medio ambiente.
Nos hemos vuelto más intolerantes, molestos,
radicales, fanáticos. Las voces de la comprensión, la paz, y el amor han
brillado por su ausencia.
Tal parecería que el siglo XX no hubiera acabado.
Tal
parecería como si hubiéramos dado a luz un gemelo, un clon, una repetición del siglo anterior.
Tal parecería que desconocemos la historia y estamos empeñados en repetir los mismos errores.
Mientras tanto, los muertos del siglo XXI se quedaron en el
recuerdo, en la soledad de un cementerio, de una duna del desierto, de un montón de
polvo y escombros de unas Torres derrumbadas.
De unas visitas de turistas, de un recuerdo anual cada vez más
vacío y frio. Qué solos se han quedado.
Dicen que existe un Dios, al que cantamos que
bendiga América, del que
decimos que es amor, lento a la ira y rico en piedad, del
que un judío marginal del siglo I nos dijo que era Padre. Ojalá ese Dios nos
ilumine, nos guíe, no se olvide de nuestros muertos, tenga piedad de nuestro pueblo que, muchas
veces se muere de nada, y nos ayude a construir un mundo mejor del que hemos recibido de nuestros mayores.