Padre Tomás Del Valle-Reyes

DESPUES DE BENEDICTO XVI




Padre Tomás Del Valle-Reyes

26 de Abril, 2008



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Con la visita de Benedicto XVI se ha hecho realidad lo que los romanos afirmaban cuando fue elegido para ocupar la sede de Pedro. Es un hombre enérgico, capaz de sorpresas y con las ideas muy claras y concretas de lo que quiere y hacia dónde debe llevar a la Iglesia. Su visita a los Estados Unidos lo ha confirmado.

La visita del Papa ha servido no solamente para demostrar la calidad de persona que ocupa el trono pontificio, sino que igualmente nos ha puesto de manifiesto la ignorancia, la falta de imaginación y las obsesiones de muchos comunicadores y medios de información. Benedicto XVI, con la astucia que le caracteriza, ya desde el avión que lo traía, dejó bien claro que tanto él personalmente como la Iglesia sentía vergüenza por los abusos sexuales cometidos por clérigos contra personas indefensas. Supo abordar el tema desde el principio. Llamó la atención a los dirigentes de la Iglesia Católica en los Estados Unidos por su ineptitud en el manejo de los casos. Pidió perdón pública y privadamente. Tendió una mano sanadora y, a la vez, desarmó los argumentos de tantos medios e instituciones que habían hecho un tema obsesivo y único la visita del Papa a Estados Unidos.

Uno de los mensajes claros que este viejo y astuto profesor ha dejado fue que, a pesar de lo terrible y doloroso que es el escándalo de abuso de menores, en la Iglesia y en la sociedad hay otros temas que no se deben olvidar y se deben confrontar abiertamente. Se debe mirar y construir el mundo con esperanza, la esperanza que nace de un corazón sincero. No tuvo reparos en afirmar en la misma Casa Blanca que los conflictos se resuelven con la diplomacia, no con los cañones. No tuvo reparos en indicar que la defensa el respeto de la vida es uno de los temas que más deben preocupar a los creyentes.

En el areópago mundial que es el estrado de las Naciones Unidas, hizo un llamado igualmente al respeto a la vida en todas sus etapas. Respeto a la vida no es tan solo la de los no nacidos. Respeto a la vida de los emigrantes que viven en condiciones infrahumanas en muchos lugares. Respeto a la vida de los enfermos, que no tienen acceso a servicios médicos básicos. Respeto a la vida de los ancianos, que los estacionamos en los asilos como si fueran paquetes de huesos que respiran comen y duermen olvidados por familia y sociedad. Respeto a la vida de nuestros jóvenes que están regando con su sangre las arenas de un desierto para que produzca energía barata.
Retó a los jóvenes a construir con alegría un mundo mejor del que han recibido de sus mayores.

La visita de Benedicto XVI nos ha planteado preguntas que exigen respuestas audaces, rápidas y enérgicas. Los pastores que tenemos en Estados Unidos no han sabido responder a los retos que tenían. Nos toca a los creyentes actuar y exigir, desde la caridad y el respeto, respuestas claras, contundentes y eficaces a los problemas de la vida en este país y en el mundo. No deberíamos dejar que su visita fueran unos fuegos artificiales sino el comienzo de un mundo, de una comunidad creyente, mejores de lo que hemos recibido. Entonces su visita habrá tenido sentido.