Padre Tomás Del Valle-Reyes
3 de Septiembre, 2006
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Según vayan pasando los años nos iremos haciendo siempre la misma pregunta: Qué pasó exactamente hace cinco años un 11 de Septiembre. Esta aldea grande donde todos vivimos se nos vino abajo. Nos cuentan que unos fanáticos en nombre de un Dios y de una Religión de Paz nos metieron la guerra, el odio, la destrucción en la casa, en el cuerpo, en el corazón y, lo que es peor, en el alma. Pasamos de la sorpresa al rencor y se anidó en nuestras vidas el miedo para siempre. Nos sorprendimos por tanta barbarie que ha continuado lejos de nuestras fronteras, de tanto odio que ha salido a flote en todos los rincones, de tantos sin sentidos. Se nos cayeron las Torres del Dinero y nos destruyeron el Castillo de las Armas. Con el corazón estrujado fuimos sacando cadáveres, consolando huérfanos, acompañando familias destrozadas.
Han pasado ya cinco años de esta tragedia. El polvo ya se disipó. Los escombros se recogieron. Las lágrimas se secaron. Los cadáveres y los pedazos de vida que recuperamos los enterramos. Ahora ha empezado la etapa de la frivolidad. Del souvenir. De la visita turística a la Zona Cero. De las películas y los especiales en Televisión. Del desfile de dignatarios que visitan la ciudad y que rinden homenaje a no sabemos quien, porque los que fallecieron allá se merecen un respeto mayor que convertir su tumba en una feria. Hemos llenado el Cementerio del Siglo XX y sus los alrededores con kioscos, fotos, turistas, noveleros Y el 11 de septiembre tendremos a los políticos dando sus discursos. A los religiosos sus sermones, responsos e inciensos. A los coros cantando sus lamentaciones. A los expertos diseñando sus teorías. A los especuladores calculando a cuánto podrán alquilar el pie cuadrado cuando terminen de construir lo que aún no saben. Digo que es el cementerio del siglo XX porque con esa destrucción se acabó un modelo de mundo y sociedad que era representado por dichas Torres. Eran el Poder. El Tener. El Ser. EL siglo XX lo llenamos de guerras, de odios, de destrucciones, de divisiones, de holocaustos, de poderes. Todo eso lo enterramos en un 11 de septiembre en que se nos cambió la vida a todos.
Pero según vayan pasando los años me seguiré preguntando qué fue realmente lo que nos ocurrió, quién lo sabía y qué hemos perdido. Hemos visto la destrucción. Terrible. Pero, ¿por qué no nos dicen la verdad de una vez por todas? ¿A qué o a quién se tiene miedo?
Lo que sí es cierto que ya nuestras vidas nunca serán las mismas. Hay muchas preguntas en nuestras conciencias. En nuestras vidas hay muchas inseguridades. Esta ciudad ya no es ni será la misma. Los que crecimos a la sombra de dictaduras y de recelos policiales siempre soñamos con ciudades como esta, modelo y cruce de libertades y de gentes venidas de todo el planeta. De democracia. De aperturas. De acogida a cualquier ciudadano que deseara ser libre. Ahora todo ha cambiado. Ya no vivimos igual. El recelo, el temor, el odio han hecho su mella en nosotros. Y escépticos –o cínicos, da lo mismo- quizás esperemos otra desgracia igual. Cinco años después, que Dios siga teniendo piedad de nuestra ciudad que se nos muere de nada.