La Extraña Experiencia De La Iglesia De Chipre
Padre Tomás Del Valle-Reyes
19 de Octubre, 2006
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Los campos de la Isla de Chipre están salpicados de pequeñas iglesias en torno a las cuales han ido surgiendo comunidades tranquilas pero vivas. La semana pasada fui a visitar uno de estos templos, el de la villa de Orkontas, según íbamos de camino hacia el Monasterio de Kykko. Las sencillas pinturas de techos y paredes no hacían sino confirmar una constante en los primeros siglos del cristianismo. El que una comunidad no supiera leer o escribir no significaba que no sabía ver y contemplar. Y de esa manera presentaron las principales enseñanzas del cristianismo a través de pinturas murales o a través de mosaicos. Un lenguaje no verbal pero efectivo.
Sin embargo me llamó poderosamente la atención la abundancia de fotografías, posters y afiches con la imagen del Abad del Monasterio de Kykko por todos los rincones de calles y campos. Ante la extrañeza pregunté la razón de tal despliegue fotográfico, como si se tratara de una campaña electoral. Y efectivamente, eso era, una campaña electoral en toda regla para elegir la autoridad suprema de la Iglesia de Chipre.
La Iglesia en Chipre se remonta a los comienzos del cristianismo. Bernabé, el compañero de san Pablo era natural de esta isla. Lázaro, el amigo de Jesús, el hermano de Marta y Maria, falleció en esta isla y parte de sus restos aquí permanecen. A partir del concilio de Efeso, en el 431, se independiza de la sede metropolitana de Antioquia. Desde entonces ha sido autocéfala, unida a la tradición ortodoxa.
Muchas han sido las dificultades y persecuciones que ha sufrido a lo largo de los siglos. Pero ha sabido conservar algunas de sus tradiciones. Una de ellas es la de la elección del Patriarca que dirige sus destinos. Este puesto es vitalicio. Pero el actual patriarca padece de Alzheimer, con lo cual la Iglesia Chipriota se ha visto en la necesidad de buscar un nuevo Patriarca. El proceso de selección sigue pautas que se remontan a los primeros siglos del cristianismo. Es el siguiente. Todos los miembros de la comunidad cristiana seleccionan mil delegados. Estos delegados asistirán a una gran Asamblea donde seleccionarán a cien delegados. Por su parte los eclesiásticos –sacerdotes, monjes, monjas, diáconos, archimandritas, etc- seleccionan a treinta y cuatro delegados. Y en una gran Asamblea, el Gran Sínodo, los cien delegados de los seglares junto con los treinta y cuatro de los eclesiásticos, seleccionan el que será nombrado de por vida como Patriarca y Cabeza visible de la Iglesia Ortodoxa en Chipre, la máxima autoridad.
Este proceso se ha utilizado en los últimos mil quinientos años, y siempre ha funcionado. En los últimos años era casi un mero trámite burocrático. Pero este año son cuatro los candidatos que se han presentado para, de entre ellos, seleccionar la persona idónea. Lo que no supieron – o no quisieron- explicarme los chipriotas es cómo funciona la campaña electoral que indudablemente existe.
Una de las lecciones que se aprenden de esto es la participación plena del pueblo en la selección de quien va a ser la persona que dirija la vida espiritual de la comunidad creyente. Son métodos ejemplares que deberían ser imitados ciertamente en la Iglesia Católica, donde el proceso sigue unos trámites burocráticos en los cuales está ausente la opinión de la feligresía. Chipre, Iglesia pequeña pero ejemplo grande.