Benedicto XVI, 19 Meses Despues
Padre Tomás Del Valle-Reyes
26 Noviembre, 2006
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Si bien es cierto el dicho de que Roma es siempre Roma, sin embargo cada Emperador, Papa o Rey le ha sabido dar una impronta propia. Durante 26 largos años Roma era un hervidero de actividades, visitas, reuniones, una especie de showtime. Juan Pablo II era un hombre de teatro y supo utilizar el Vaticano como el gran escenario para propagar y anunciar su forma de ver y concebir la Iglesia ante los retos del nuevo milenio.
Diez y nueve meses después la situación es distinta. Desde aquel abril del 2005 en que asistí a la elección de Benedicto he vuelto dos veces más a Roma. Y se nota otra atmósfera. No tanto ruido. No tantas actividades. No tantos cambios y seguridades. Benedicto XVI está gobernando la Iglesia con otro estilo. Un estilo de pensador, de alguien que escucha, reflexiona, calla. El estilo de un viejo y zorro profesor. Los cambios esperados los está haciendo con calma y lentitud. Da la impresión de que tiene todo el tiempo. Si bien es cierto que Roma invita a parar el reloj. Es hasta cierto punto atemporal. Y la popularidad entre el pueblo va en aumento. Como muestra basta contar la asistencia a las audiencias de los miércoles. Ya la Sala Nervi se ha quedado pequeña, a pesar de su capacidad de 10,000 personas. El público soporta frío y lluvia con tal de escucharle y saludarle. Este miércoles cerca de 15 mil personas aguantamos estoicamente bajo una intensa y fría lluvia un mensaje que, analizado fríamente, no decía nada nuevo, excepto al final del mismo en que hizo una condena fuerte y dura del asesinato del ministro de industria libanés, a la vez que pedía soluciones claras y rápidas para la paz.
Benedicto XVI se va ganando su público. No tiene la cercanía de Juan Pablo II quien empleaba horas enteras en las audiencias saludando uno a uno a los enfermos. Cuando se le mira a los ojos –y he tenido la oportunidad de hacerlo- se ve un alma sencilla, inquieta y asustada por tanto ruido, dolor y humanidad. Pero también se nota una recia personalidad.
La novedad en estos días en los mentideros y corrillos de Roma en torno a Benedicto XVI está marcada por tres hechos. Uno de ellos es el caso del Arzobispo Milingo y su reto de desafío a la disciplina de la Iglesia sobre el celibato, tema que se ha tratado de resolver con una reunión con los dirigentes de los diversos departamentos de la Curia y que no ha hecho más que empezar.
La otra es la gran novedad de que para la primavera saldrá a luz pública un libro escrito por el propio Benedicto XVI. Joseph Ratzinger, teniendo en cuenta todos los resultados de la investigación moderna, pretende representarnos al Jesús de los Evangelios como el verdadero “Jesús histórico”, como una figura sensata y convincente a la que podemos y debemos referirnos con confianza y sobre la que tenemos motivo para apoyar nuestra fe y nuestra vida cristiana. Con su libro intenta ofrecer un servicio fundamental para sostener la fe de sus hermanos, y lo hace sobre el punto central de la fe, es decir Jesucristo.
Finalmente, el tercer tema de conversación en Roma es el viaje la próxima semana a Turquía. Pero de ello hablaremos próximamente ya que merece un largo análisis.
Diez y nueve meses después la Roma del Papa Benedicto XVI es muy distinta de la de Juan Pablo II. Pero sigue siendo Roma.