Bienevenidos Al Estado 51
Padre Tomás Del Valle-Reyes
3 de Marzo, 2006
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En este país en que ayer ya es viejo y no sirve para reciclarlo, hace muchísimos años, un grupo de ciudadanos molestos por unos impuestos sobre el té, se levantaron y, dando un grito de independencia, crearon la República de las Trece Colonias. Ellas fueron el origen de un país que aún no tiene nombre (los Estados Unidos de América no es el nombre del país, es la denominación de un conjunto de Estados) De un país que no tiene un idioma oficial (de acuerdo a los datos del Censo se hablan cerca de 365 idiomas distintos, siendo el inglés el más común y el castellano el que más crece) De un país que hizo de la Biblia y de la Revolución Francesa sus fundamentos políticos y sociales. Un conjunto de Colonias que fueron extendiéndose a lo largo del norte del Continente Americano. Hubo conquistas y masacres, compras y robos de terreno hasta configurar una gran nación en la cual siempre ha habido cabida para todos los pueblos de la Tierra. La estatua con el nombre de Libertad a la entrada del puerto de Nueva York, fue la primera vista que muchos pueblos contemplaron al llegar a América. Libertad por la cual generosamente han entregado sus vidas generaciones enteras de jóvenes norteamericanos en casi todas las guerras del siglo XX. Un país joven que va creciendo y sembrando sus modos de vida a una dimensión universal.
De aquellas Trece Colonias se ha llegado a cincuenta y un estados. Cincuenta con unas demarcaciones territoriales muy concretas, con una población en crecimiento, con una economía con sus altas y sus bajas, pero en general creciendo. Y hay otro estado, el Cincuenta y Uno, que no tiene límites territoriales, que no tiene banderas, que no tiene gobernadores ni congresistas ni senadores. Que no cuenta en las listas electorales. Me estoy refiriendo al Estado de Pobreza. De acuerdo a los datos de la Oficina del Censo existe una población flotante en Estados Unidos cercana a los treinta y dos millones de personas que viven por debajo de los niveles de pobreza. No tienen seguros médicos. Deben acudir a la asistencia pública para sufragar sus gastos de vivienda. Las instituciones benéficas y religiosas son las que se encargan muchas veces de darles de comer. O les proporcionan ropa de segunda mano para poder soportar los fríos invernales. Y están diseminados sus habitantes por todo el país. Por ejemplo, en la ciudad de Nueva York, en pleno corazón de Manhattan, existe una institución religiosa que nació y creció al mismo ritmo de la ciudad, que cuenta con ciento cincuenta y cuatro años de existencia, me estoy refiriendo a la Iglesia de Holy Cross, donde tan sólo el año 2005 se repartieron 176,772 libras de alimentos a una población de 17,799 personas (5,827 niños, 9,392 adultos y 2,580 ancianos) habitantes de este Estado Cincuenta y Uno. Nunca se ha mirado ni preguntado a las personas que han llamado a la puerta de esta institución si tenían papeles, si eran de una raza u otra, de cualquier credo o afiliación . Tan sólo si tenían hambre y necesidad. Así se hizo desde 1929 y se sigue haciendo aún ahora. Los habitantes del Estado 51 tienen su casa allí. Y como esta, muchas otras en la ciudad.