El Gran Teatro Del Mundo
Padre Tomás Del Valle-Reyes
30 de Julio, 2006
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Mi abuelo fue un hombre de teatro. Ese era su mundo. Y por ello recorrió la mitad del planeta. Con él aprendí cómo se organiza un gran espectáculo para llamar la atención. Y que lo básico en una obra era una idea sencilla que había que machacar continuamente para que todo el mundo se lo creyera. Que no hubiera otra cosa más importante en el ambiente y en el pensamiento.
Me viene todo esto en mente aquí en Atenas desde donde escribo preparándome para entrar este fin de semana en Israel. Contemplando teatros romanos, ágoras y areópagos griegos, se me ocurre pensar que, en el fondo, todo nuestro mundo globalizado se ha convertido en un gran escenario, en un gran espectáculo. Terrible y sangriento teatro, pero espectáculo cruel y cínico.
Hace unos días, de repente, (en política nunca existen los de repente) los miembros de Hizbulá, el Partido de Dios, (¡qué ironías de nombre!) se había sumado al levantamiento de Hamas en Gaza y había abierto un nuevo frente en el conflicto palestino-israelí. Y lo hicieron con las viejas estrategias terroristas: entrar sin previo aviso, secuestrar, matar y salir corriendo. La reacción por parte israelí no se hizo de esperar y fue, como igualmente se esperaba, demoledora. Y entraron en El Líbano con todo su poderío militar. Y se formó lo que hacía tiempo nos imaginábamos: una nueva guerra de ocupación, un malestar internacional, un montón de medias verdades, un derramamiento de sangre, una inseguridad en la zona, un largo etcétera.
Los actores de este drama: el pueblo israelí que, a pesar de todos los intentos por construir un hogar y una patria en paz, tienen que seguir en lucha por la Tierra Prometida.
Entran también en el elenco los ciudadanos comunes palestinos, los cuales están viendo cómo se está utilizando la causa de una patria, de una paz, de una convivencia en moneda de reivindicaciones y de intereses extraños a su comunidad. Votaron hace meses por un cambio radical en su gobierno. Pero para que este gobierno gobernara desde dentro de Israel y que ofreciera la paz y la tranquilidad que se le había negado. No para ser gobernados desde fuera del país, donde se encuentra la autoridad suprema del Movimiento de Hamas, partido ganador de los comicios y con el mismo defecto de Arafat: mandar desde fuera de los territorios palestinos.
Y hay que contar también en el escenario con Hizbulá, un partido formado por fanáticos y terroristas, los cuales para ganarse a la población han montado toda una red de asistencia pública, comunicaciones y educación.
Tres actores en el escenario. Pero mi abuelo me decía que, muchas veces, los actores principales estaban entre bastidores, y casi nunca salían a escena. Pero su influencia era grande. Y así es en nuestro gran teatro que trágicamente estamos viviendo.
Detrás de los pueblos palestino y judío está la comunidad internacional, que pide de una vez por todas el cese de hostilidades, el sentarse a la mesa reconociéndose y respetándose mutuamente el derecho a la vida y a la paz.
Detrás de Hamas e Hizbulá quién está realmente? Se puede confiar en un partido cuyo único principio es aniquilar a un pueblo y sembrar el terror y la inseguridad no teniendo reparo en faltarle al respeto al mismo Dios?
Quizás en este gran teatro del mundo echemos de menos dos personajes con la talla de Gandhi y de Nelson Mandela, quienes supieron devolver la dignidad y obtener la paz y la independencia de sus pueblos sin necesidad de guerras. Mientras tanto nuestro trágico teatro nos trae sangre sudor y lágrimas.