Padre Tomás Del Valle-Reyes

La Gente De Los Ojos Tristes




Padre Tomás Del Valle-Reyes

24 de Julio, 2006



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Desde Jerusalén.

Hace tres días y medio que me encuentro recorriendo una vez más los caminos de Israel. Es la segunda vez en lo que va de año que vuelvo. Nuestras dos primeras etapas del viaje nos llevaron a Grecia y Chipre donde había preocupación pero no extraordinaria. Chipre ha logrado organizar la misión de acogida y ayuda de una forma admirable. En Nicosia, la capital, se han preparado grandes sectores de la zona ferial para acoger a miles de refugiados. Los equipos de los marines están a cargo de la infraestructura. Otros países miembros de la comunidad europea han hecho otro tanto. En el pequeño aeropuerto de Lárnaca había viajeros, pero el orden y control era superior al que vemos muchas veces en terminales de nuestros aeropuertos.

Israel nos acogió con el mismo cariño y respeto que siempre lo ha hecho. Pero desde el primer momento noté tristeza en los ojos de muchos judíos, fenómeno que volví a observar hoy en Belén entre mis amigos palestinos tanto cristianos como musulmanes. Desde la última vez en marzo de este año ahora, la tristeza y la preocupación han vuelto a la vida en esta tierra. Todos habían pasado la intifada, habían sufrido esa locura a la que les llevaron unos líderes descerebrados. Y empezaban a soñar de nuevo.

Esta mañana, recorriendo las calles de Jerusalén tanto en la zona árabe como en la judía la vida era normal. Se respetaban mutuamente y se alegraban de nuestra presencia. Desde el saludo con inclinación de cabeza y respeto de los musulmanes a los dulces compartidos en el Muro de los Lamentos. Recorridos varios lugares significativos en la ciudad, me dirigí al punto de cruce entre Jerusalén y Belén. Cada vez es más tranquila la situación en la zona y el paso rutinario. Ni control de pasaportes ni revisión de bolsos, ni miradas nerviosas de los jóvenes soldados. Más bien caras de aburrimiento y rutina.

Entrados en Belén el tráfico endiablado-siempre es así en esta ciudad- nos llevó al centro. Aún cuando toda comparación es odiosa, sin embargo podría afirmar que la vida en Belén comparada con la que observé en marzo estaba a un 80% de actividad. Hay que tener en cuenta dos factores, uno que estamos en verano y el sol no perdona en esta zona de las montañas de Belén y, por otra las vacaciones.

El recibimiento fue caluroso, pero a pesar de todo la mirada era triste. Triste porque los esfuerzos de tantos años se vinieron abajo. Triste porque se desenterró un poco el hacha del recelo entre unos y otros. Triste porque no saben cuánto más durará esta espiral de violencia. Conversando entre sorbo y sorbo de una taza de te, me indicaba un amigo “Si nos dejan a judíos y palestinos solos resolver nuestras diferencias, en pocos meses resolvemos todo y podremos construir una sociedad en paz y en respeto. Pero tanto los políticos de ambos lados como los periodistas de ambos lados son unos embusteros que no hacen otra cosa que engañarnos” No sé cuán cierta pueda ser esta afirmación. Lo que sí sé he podido observar la poca objetividad de muchos medios electrónicos. Supuestamente la basílica de la Natividad de Belén ha sido bombardeada a la misma hora en la cual yo estaba dentro de ella rezando por la paz junto con las personas que me acompañaban. Si fuera cierto no estaría escribiendo esta columna.

Salí de Belén con un sentimiento de alegría y pena. Alegría por acompañar a los palestinos en momentos de dolor, pena por ver de nuevo sus ojos tristes. La misma sensación tengo en Jerusalén con los judíos. Ojala en los días que me restan en Jerusalén pueda ayudar a que los ojos tristes de mis amigos vuelvan a sonreír.