Benedicto XVI, Un Papa Enigmático
Padre Tomás Del Valle-Reyes
7 de Abril, 2006
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Al papa Pablo VI le solían denominar el Papa Hamleriano, apodo que le venía de sus años como Arzobispo de Milán. Era la duda personificada en muchas cosas y aspectos. El personaje shakesperiano de Hamlet era el que le definía. De Juan Pablo II nunca se pudo decir algo parecido. No había dudas en su actuar y en su pensar. Tenía claro lo que quería y sabía hacia donde debía dirigir a la Iglesia. Pero el papa polaco hace un año que físicamente se fue de en medio de nosotros. Y su sucesor sigue siendo un enigma. He vuelto a Roma al año de la muerte de Juan Pablo y de la elección de Benedicto XVI y la opinión entre los llamados vaticanistas y de los abundantes compradores y vendedores de rumores en Roma, tales como camareros de restaurantes, conserjes de hoteles, taxistas, agregados de embajadas, periodistas aburridos con la monotonía romana y un largo etcétera es que Benedicto XVI, el llamado por algunos "el Rottweiler de Dios", debido a su fama de intransigente como guardián de la ortodoxia católica, el ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe desconcertó a muchos observadores durante su primer año de papado.
A nadie le pasó por la cabeza que su primera encíclica, el discurso programático de un pontificado al decir de los expertos, versó precisamente sobre el Amor. Sorprendió no sólo por el tema en sí, sino también porque el Pontífice habla de amor sexual entre el hombre y la mujer.
No ha rehuido el diálogo con uno de sus críticos más terribles, el teólogo suizo Hans Kung, sino que incluso accedió a reunirse con el obispo ultraconservador Bernard Fellay, que lidera a los lefebvrianos, excomulgados por Juan Pablo II.
Es una persona de carácter reservado, reflexivo, solitario y silencioso, totalmente distinto del de su predecesor. Pero a lo largo de este año ha sorprendido cómo logró vencer su timidez. Ha hecho un esfuerzo extraordinario, y pese a su conocido pavor a las grandes masas aduladoras, ha logrado llegar a la gente y a establecer una sintonía con el público, hasta el punto de que en las audiencias generales de los miércoles han aumentado el número de participantes sobrepasando los diez mil cada semana.
A lo largo de este primer año de su pontificado ha demostrado su amistad tanto con la comunidad judía, teniendo el gesto de visitar la sinagoga de Colonia en su viaje a Alemania con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, como su apertura a los musulmanes al reunirse con ellos.
Una vez elegidos los primeros cardenales de su Pontificado, se espera que la reforma de la Curia sea lo próximo que veamos de este enigmático Papa. Ya ha comenzado unificando dos Pontificios Consejos. Pero los grandes cambios están por venir, entre ellos el del poderoso Secretario de Estado, quien ha sobrepasado la edad reglamentaria de los 75 años. El silencio, la ausencia de rumores y filtraciones de información están desconcertando en Roma. Definitivamente este Pontificado no es una continuación con el de Juan Pablo II. Aquel fue un abrir las puertas de la Iglesia al Salvador. Este es uno de arreglar la Casa de la Iglesia. Parangonando el salmo, “El celo de tu Casa me consume” Dos personalidades distintas. Una misma Barca de Pedro a manejar.